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Conciliar la plegaria y la vida contemplativa con el trabajo remunerado nunca ha supuesto una dificultad para las ocho monjas de la orden de la benedictinas que habitan en el monasterio de la Santa Familia en Manacor. Esta comunidad de religiosas sufrió, al igual que centenares de familias de la ciudad, la reciente crisis de la industria perlera de Majórica. La suspensión de pagos de esta empresa dejó a las monjas benedictinas sin su fuente principal de ingresos, pues realizaban diversos encargos para la prestigiosa firma. Actualmente, y desde hace cerca de un año, las religiosas han conseguido otra vía para ganarse el pan: la elaboración de confituras artesanas. «Hasta el mes de octubre del año pasado, experimentamos lo que suponía estar en el paro. Fuimos las primeras en padecer la crisis de Majórica», explica la abadesa, Margalida Antònia Lliteras.

Las monjas combinan las tareas diarias del monasterio con la elaboración de las mermeladas. Éstas proceden de fruta cultivada por ellas mismas, o bien de los excedentes de fruta y verdura que les regalan algunos payeses. Poco a poco, las confituras, los licores de frutas y las almendras confitadas han conseguido tal fama que ya se venden en tiendas de Manacor, Felanitx, Sóller e incluso en Barcelona. Algunos mercados y ferias también se han hecho eco de estos dulces benedictinos. «Este negocio no tendría ningún futuro sin la labor incondicional de las personas voluntarias que se dedican a comercializar nuestros productos», explican las monjas. Los voluntarios son el «alma» de este proyecto, aseguran.

Las benedictinas trabajaban en la manufactura de las bolsas que contenían los collares de perlas y tuvieron que abandonar esta dedicación. De una manera casi espontánea, las monjas empezaron a poner los cimientos de una pequeña industria casera de mermeladas, que en estos momentos supone «una ayuda económica para cubrir los gastos domésticos y ayudar a los necesitados», asegura la abadesa. La hermana Elena Espallargues es la que introdujo la idea de elaborar productos monásticos artesanales, basándose en una experiencia que ella misma había vivido estando en una ermita de Catalunya.