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Palma forma parte de la corona metropolitana de ciudades europeas y se ha convertido en un lugar de esparcimiento de europeos del norte, al igual que lo fue la Colònia de Sant Jordi para los llonguets. «Es algo que defendemos varios aquí», señala Jesús M. González, catedrático de Geografía de la Universidad de les Illes Balears (UIB). Y cuando habla de ‘aquí’, se refiere a su departamento universitario.

«Ocurre lo mismo en Madrid: la sierra se ha convertido en la segunda residencia de los madrileños. Eso provoca unas dinámicas en la sierra que afectan a la restauración y a la edificación», señala González, que advierte que esta zona está a dos horas de la capital española. «También influye en el precio de la vivienda. Introduce cambios en los residentes, en la situación inmobiliaria y en la economía porque un número determinado de madrileños van a la sierra», añade.

La cercanía de Palma con grandes ciudades europeas es similar. «Los alemanes vienen aquí porque hay una isocorona de dos horas en avión», lo que provoca que «se generen las mismas dinámicas. Vienen aquí a pasar los fines de semana, lo que incide en el suelo, la vivienda, en la tipología de las edificaciones, en el consumo de los restaurantes o en la proliferación de galerías de arte. Hay una transformación». Al final, Palma, y también la Isla, se ha convertido en «una corona metropolitana sin continuidad territorial de una ciudad europea», explica el catedrático de Geografía.

Viendo las conexiones aéreas del Aeropuerto de Palma, se confirma esta teoría. Según la web flightconnections.com, en Son Sant Joan se operan este mes 4.108 vuelos, de los cuales el 62 por ciento van a destinos nacionales (un total de 2.579 vuelos mensuales). El resto (1.529) son al extranjero. Se trata del tercer aeropuerto de España, por detrás de Madrid y Barcelona, y este mes de enero tiene programados vuelos de pasajeros sin escalas hacia 163 destinos en 32 países. Para la temporada alta se espera un aumento de conexiones, también con el extranjero.

Este mes de enero tiene 740 vuelos con Alemania (el país con quien tiene mejores conexiones), 187 con Gran Bretaña, 75 con Austria, 63 con Italia, 50 con Francia o 20 a Suecia. Y eso que estamos en plena temporada baja. A partir de marzo se empiezan a desplegar las alas de los aviones que aterrizarán de manera compulsiva en la Isla.

Y un vuelo a Berlín, por poner un ejemplo, apenas supone 20 horas y 45 minutos de vuelo. «Antes uno cogía el coche y ahora, coge el avión», explica González. Y el aeropuerto, puerta de entrada a la Isla, cuenta con innumerables anuncios de agencias inmobiliarias que dan la bienvenida a la Isla y a la ciudad.

Convertida en un destino europeo de escapada rápida, es lógico que hayan proliferado las viviendas para alojarse en estos viajes express. Así lo confirma el presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Balears (APIs), José Miguel Artieda. «Es un hecho. La venta a extranjeros predomina y supone ya el 36 por ciento del total», explica.

La tendencia se ha recrudecido en los últimos años, a raíz de la pandemia. «Ya no buscan el hiperlujo, el lujo a secas o la costa. Desde el COVID se ha dado un giro en la tendencia y ahora los extranjeros del norte de Europa vienen a teletrabajar y vuelven a sus países de origen para complementar sus jornadas laborales», dice Artieda.

La diferencia respecto a años anteriores es que el que compra forma parte de la población activa. «Casi tenemos una mejor conexión aérea con Europa. Además, ellos con lo que ahorran en calefacción les sale a cuenta. Hace un año subieron los costes del coste energético y con esa cifra casi podían pagar el alquiler de aquí o el traslado a la Isla».

Esta ‘semirresidencia’, como tilda el presidente de los APIs, se vive «como una experiencia. Les gusta venir aquí pero no se integran, quieren vivir como un residente, para ellos esto es un paraíso similar a la Toscana. Buscan tranquilidad y buen clima, aunque no se mezclan», afirma. Un apartamento en la ciudad o una casa en un pueblo no tan conocido como Deià o Valldemossa son sus opciones preferidas de poner la pica en la Isla.

Tomando las uvas de Nochevieja en la plaza de Cort, en las terrazas de barrios como Santa Catalina, Son Espanyolet o El Molinar. También se les puede ver de compras en las tiendas del Casc Antic o en los mercados municipales. La presencia de extranjeros del norte de Europa se ha normalizado más allá de los meses de temporada alta y una nutrida oferta de centros escolares dirigidos a alumnos foráneos viene a reforzar la idea de que es posible vivir en Palma y además, contar con numerosos enlaces aéreos con sus países de origen les permite mantener los lazos.

El presidente de la Asociación de Agencias de Viajes de Balears (AVIBA), Pedro Fiol, asegura que «muchas personas vienen a pasar el fin de semana al considerar Palma un enclave perfecto para el turismo urbano. Tienen oferta de comercio, hay una buena climatología... Las conexiones con Alemania y Austria son muy buenas. También con Gran Bretaña. En conectividad somos unos grandes privilegiados».

Los vecinos europeos vienen aquí a hacer el estiueig que los palmesanos del siglo pasado practicaban en Ciutat Jardí, El Terreno o en la Colònia de Sant Pere. «Con vuelos entre dos o cuatro horas de duración, estamos conectados con toda Europa», aclara Fiol, que advierte que «cada vez va a más» gracias al impulso de las aerolíneas de bajo coste.

Palma convertida en zona metropolitana de Berlín, Colonia, Frankfurt, Hamburgo o Londres, cuenta cada vez con vecinos intermitentes que se han hecho un hueco. Habrá que ver si los nuevos palmesanos también celebran Sant Sebastià.