Celebración de la nochevieja 2002 en Tito's. | "S. CASES; P. BOTA"; P. BOTA

TW
19

De Jimi Hendrix al reguetón. De salas de fiestas como El Patio de los Farolillos o El Pícaro a las discotecas de cubata y techno como las también desaparecidas Cultura Club o La Bolsa. En el siguiente reportaje repasamos las últimas seis décadas de los locales de ocio nocturno del Passeig Marítim dando cuenta de cómo han cambiado a través del tiempo los garitos, sus clientes y los diferentes usos y costumbres: las orquestas, las galas de tarde, las tribus urbanas, el botellón, ...

Todo ha cabido a través de los años en esta emblemática zona de Palma que bien puede servir como espejo en el que reconocer los cambios que ha experimentado la sociedad mallorquina. El más reciente están siendo las obras que culminarán el año que viene y cuya novedad más importante será la creación de una extensa vía peatonal ajardinada. A continuación, tres personalidades de diferentes generaciones y varias décadas de experiencia en la zona analizan el medio siglo de historia de la Noche en el Passeig Marítim.

La primera época

Nacido en Italia en plena II Guerra Mundial, el mallorquín Sandro Fantini es historia viva del Passeig Marítim. Fantini fue el subdirector de la mítica sala Sargent Pepper’s, un oasis de libertinaje y libertad en el que tocó, en pleno franquismo, la leyenda del rock Jimi Hendrix, accionista en ese momento del local junto a su mánager. Más de medio siglo después, el veterano gestor oferece experiencia, distancia y contexto a este reportaje.

«En los años 60 y 70 la palabra discoteca prácticamente no existía. Se conocían como salas de fiesta con o sin atracciones. Las atracciones eran los artistas, aunque lo único que hubiera fuese un bailarín. Todas tenían orquesta. Estaban el Aquarium del Hotel Victoria que tenía una sala de fiestas en el sótano, el Club de Mar, el Chico, el Pícaro, el Éxágono, la Rotonda del Hotel Fénix y también Tito’s y Pachá que luego se llamaría Abraxas», explica el veterano gestor.

Fantini recuerda que «cuando Sargent Pepper’s inaugura en el año 1968 marcó la pauta porque actuaban grupos pero también disc jockeys. Esa fue la gran novedad. Además, era mucho más barato que contratar a una orquesta de varias personas. Como lo que se entiende hoy en día el concepto discoteca se puede decir que Sargent Pepper’s fue la primera de toda España». El conocido empresario finaliza con el siguiente análisis: «Las discotecas modernas no tienen nada que ver con las de mi época. En ese entonces había todo tipo de música. La gente bailaba ‘lentos’, rumbas… de todo. Hoy en día los españoles salen cada vez menos porque los bolsillos no lo permiten y el extranjero va a lo que le organizan».

El caso de Manuel de Ysasi también es curioso. El gerente del club Mira Blau llegó al Passeig Marítim en 1977... como vecino siendo un niño de cuatro años. Es por eso que antes de conocer los entresijos de la noche como gestor, Ysasi fue testigo con ojos de muchacho de lo que se cocía en la zona y fue madurando a la par que el Passeig Marítim hasta que se fue del barrio pasado los veinte años. «La diferencia entre esa época y ahora es bestial. En ese entonces no había locales de copas. Sí estaba la discoteca El Hexágono del Palas Atenea. Recuerdo con 13 años sentarme en la terraza de casa de mis padres con un amigo y ver las motos que bajaban para ir a las galas de tarde y policías metiendo gente en un furgón. Él y yo nos preguntábamos ¿a dónde irá esta gente? En esa zona había 500 o mil motos aparcadas. Estamos hablando de los años 80. Había riadas de gente, la mayoría mallorquines un poco pijos. Algunos iban con las cazadoras Karhoo que tenían tres rayas». De Ysasi, que empezó a trabajar en el Mira Blau en 1995 «Ca’n Barberà era una maravilla. Estaban Corb Marí, Garito y Villa-Río. La entrada de Villa-Río eran 300 pesetas, la de Luna eran 500 pesetas. Era la época de las tribus urbanas. Ya en Gomila estaban los bares de los heavys, los garitos de los rockabillyies y era muy fuerte».

Botellón

Para la mayoría de mallorquines de entre 30 y 45 años el Passeig Marítim irá siempre unido al botellón. El empresario recuerda como «los macrobotellones empezaron a finales de los años 90 o principios de los 00. Estaba a reventar. Era una masificación bestial. Hoy en día el tipo de ocio nocturno que existía antes ha desaparecido. Lo que ha cambiado es la calidad. El silogismo más senzillo es: en los 90 era el cubata en vaso de tubo y actualmente es el cóctel y la copa de balón. Hemos pasado del consumo masivo de alcohol a la copa de calidad en un ambiente de calidad».

Pablo Durán empezó a trabajar en la zona con 18 años a principio de la década de los 2000. Después de pasar por clubes míticos como Marchica, Marítimo 21, Swagga y dirigir la noche latina de Tito’s ahora es el propietario de Amarre Club. Durán opina que «el Passeig Marítimo ha hecho un giro de 180 grados para mal. Hace unos veinte años era una zona en la que los locales ganaban mucho dinero y donde salía mucha gente de fiesta. Se podía abrir de lunes a lunes que cada día venían clientes y ahora para nada es así».

«Actualmente, los viernes a duras penas hay algo de gente. Intentamos aguantar con lo poco que hay. Mi local, el Amarre, si que es verdad que como está de moda los viernes es de los pocos que llenan».
¿Qué ha provocado un cambio tan radical? Durán cree que «la mentalidad de mucha gente de aquí de ‘cuanto más locales creo que es errónea. El cierre de Tito’s ha sido el mayor fallo que se ha cometido. Cuando los locales de alrededor cierran hay gente que se cree que es mejor pero no es así. El ‘efecto llamada’ hace que cuanta más gente venga en general, más posibilidades hay de que entren en tu local».

El futuro

La incerteza planea sobre el futuro de un Passeig Marítim que ha vivido noches mejores. Las opiniones se debaten entre los que creen que la nueva zona peatonal será el empujón que necesita esta arteria de Palma para atraer un tipo de cliente (nacional o extranjero) de alto nivel adquisitivo que revitalice los locales mientras otros apuntan que su mala accesibilidad unida a la falta de aparcamiento acabará por condenar un espacio clave en la economía y el recuerdo de los mallorquines.