‘Secuestrando a la Srta. Tingle’ fue la última cinta que se proyectó en el cine Astoria. En la imagen, la entrada del mismo. | Teresa Ayuga

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Hay cierto revuelo en la zona. Los obreros han entrado en el abandonado cine Astoria, cerrado desde el año 2000, y en el que apenas se ha visto ningún movimiento hasta hace unos días. Se trata de una de las grandes incógnitas de la ciudad: ¿qué pasa dentro de ese cine?

No se trata de ninguna apertura o reforma que revitalice uno de los espacios más emblemáticos de Palma. Tal y como ha podido saber este periódico, son obras de cimentación para evitar su derrumbe. Los obreros han instalado unos pilotes de hierro reforzado para evitar riesgos. Una vez acabados los trabajos, volverán a cerrarse sus puertas hasta nueva orden. Durante un tiempo se habló de que la suerte del cine iba ligada al futuro de Can Pueyo, pero parece que de momento no es así. Poco se sabe de la sala Astoria, un misterio inmobiliario en el Casc Antic, donde solares de gran tamaño como éste se cotizan por miles de euros el metro cuadrado.

Todavía gente del sector del cine recuerda que el Astoria era propiedad de una empresa conocida como Suministros Catalanes, gestionado por Antonio Llorens, de Lauren Films. «Desde Palma trabajaba una familia, la Alomar, que ya han fallecido. Se rumorea que el hijo huyó a Brasil con una caja de ‘duros’ de la familia. Los catalanes querían vender el cine a alguna empresa local pero no lo consiguieron».

El Astoria lleva cerrado 24 años, cuando el 31 de enero del año 2000 pasó su última película ante la huida del público a las multisalas.
El Astoria lleva cerrado 24 años, cuando el 31 de enero del año 2000 pasó su última película ante la huida del público a las multisalas.

Historia

Ubicado de manera casi inmejorable frente al Teatre Principal, fue el primer cine que se abrió en Palma tras la Guerra Civil, inaugurándose el 23 de noviembre de 1939 con la proyección de Viento en popa, cinta británica del año anterior de Sonnie Hale, y cuyo título no podía ser mejor augurio. A pesar del optimismo del título, aquella primera época ya nació de una manera frágil, ya que tal y como detallan Verónica y Tomeu Fiol en el libro Els cinemes de Palma, los materiales no eran de la mejor calidad debido al contexto histórico y la construcción tuvo problemas que obligaron a llevar a cabo reformas que culminaron con la intervención del célebre arquitecto Gabriel Alomar.

En su nueva apariencia, el Astoria tenía tan solo un único espacio de butacas, contaba con un vestíbulo para exposiciones y el color azul era el predominante en todo el lugar. Se entraba a la sala desde detrás de la misma y, en cuanto a la capacidad, en origen llegó a albergar un número nada desdeñable de 525 espectadores, pero con el tiempo se amplió hasta las 800 localidades.

En los últimos días, trabaja una cuadrilla de albañiles que se dedica a instalar pilotes de hierro para evitar el derrumbe de la sala, que se encuentra en malas condiciones por su alargada dejadez
En los últimos días, trabaja una cuadrilla de albañiles que se dedica a instalar pilotes de hierro para evitar el derrumbe de la sala, que se encuentra en malas condiciones por su alargada dejadez

Convivió durante muchos años hermanado a otro cine, el Palacio Avenida, ubicado en la avenida Alexandre Rosselló, a través no solo de la programación, sino también de las innovaciones técnicas llegando incluso a coincidir ambos en 1956 estrenando conjuntamente las pantallas cóncavas.

Durante décadas fue punto de encuentro para los amantes del cine de autor que asistían al local para ver, por ejemplo, las cintas de Woody Allen, estrenadas aquí, además de las distribuidas por Filmax que tenían en este templo de Palma su punto cinéfilo de referencia.

Y si el cine en general ha vivido en una amenaza de crisis perpetua asociada a los avances tecnológicos como la llegada del sonido o la televisión, el Astoria campeó todos ellas hasta que en los años 80 llevó a cabo su más importante modernización que mantuvo la sala cerrada 3 meses con importantes reformas en el interior y el exterior del local. El aforo se vio reducido a 400 butacas para dar una experiencia más cómoda al usuario, con más espacio para los espectadores, y la instalación del sistema Dolby que mejoró el sonido.

A su vez, encaró este lavado de cara con una mejora en la programación, pasando de los reestrenos a una selección más esmerada de los títulos a ofrecer. Los últimos 20 años del Astoria, sin embargo, se podrían describir como el surfeo constante de nuevas crisis: por un lado, la llegada de las multisalas, con la apertura de varios enclaves de este tipo en Palma que atraían al público de manera masiva, y, finalmente, la llegada del VHS y los videoclubes. En el delicado ecosistema del cine, cualquier cambio altera el equilibrio, y al igual que le ocurrió a tantas otras salas, el Astoria cerró sus puertas tan solo un mes después de que lo hiciera justamente aquel cine al que estuvo tan unido, el Palacio Avenida.

El 31 de enero del año 2000 se pasó la última película en el Astoria, Secuestrando a la Srta. Tingle, que tiene el extraño honor de ser la cinta que más tiempo estuvo ‘en cartel’ en la historia del Astoria porque durante años se podía ver el letrero, aunque ya no se pudiera acudir al interior a disfrutar del cine. Ahora no queda el cartel, ni las butacas ni el esplendor que tuvo, tan solo hormigón visto, pilares apuntalados y la prueba de que los tiempos han cambiado.