La calle Blanquerna, un importante eje comercial y gastronómico de Palma | Pere Bota

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Fueron de los primeros barrios que crecieron en el Eixample, tras el derribo de las murallas de Palma allá en los inicios del siglo XX. La zona de Arxiduc es un ejemplo de arquitectura tradicional, mientras que en Blanquerna perviven los edificios de gran altura que acogieron el crecimiento demográfico de los años 60 y 70 de la ciudad. Con una situación estratégica, muy próximos al Casc Antic, se han convertido en un refugio de vecinos y comercios expulsados por los altos precios inmobiliarios. Ahora estos barrios bullen de actividad local, donde se instalan negocios que encuentran a vecinos de toda la vida pero también nuevos residentes que buscan un barrio de los de toda la vida.

Una tienda de cómics, el restaurante + Natural, el Forn de Can Segura... Quizás uno de los negocios precursores de este trasvase comercial sea Rata Corner, una librería que inició su andadura en Canamunt, pero al poco se vio inundada de hoteles de lujo y apartamentos turísticos. La mudanza a las inmediaciones de Blanquerna, dice su propietario Miquel Ferrer, «fue fortuita. Nos echaron del piso donde vivíamos porque se nos acabó el contrato de alquiler y nos vinimos aquí a vivir. Y el local de la librería se nos quedó pequeño».

Miquel Ferrer y Edy Pons, de Rata Corner y Little Rata
Miquel Ferrer y Edy Pons, de Rata Corner y Little Rata.

Paseando por el cine Rívoli se encontraron con el local que había acogido hasta hacía poco la tienda Rock House. «Fue un amor a primera vista. Después, el barrio nos enamoró». Ferrer advierte que su vecindario «es muy heterogéneo» y que su abuelo vivía a unas pocas calles de Rata Corner. «Antes yo vivía junto a la Catedral pero era muy incómodo. No había servicios ni supermercados y la mayoría de restaurantes están enfocados para guiris. Aquí puedes tomarte un café o una caña en cualquier sitio». La conversión de Blanquerna en un eje cívico fue determinante para la transformación del barrio, que aprendió de los errores cometidos en la calle Fàbrica. «Se han limitado las licencias a bares y restaurantes y se mantienen los comercios», afirma Ferrer.

Jaume Vich, de Melicotó, en Blanquerna
Jaume Vich, de Melicotó, en Blanquerna.

Panaderías, dentistas, una mercería, talleres mecánicos, fruterías, vinotecas y heladerías... Incluso el cine Rívoli permanece con sus puertas abiertas, muy cerca del Augusta: un milagro. La presidenta de la Associació de Veïns de Santa Pagesa, Carmen Aguado, confirma las sospechas: «Blanquerna está en ebullición: local que cierra, rápidamente se trasforma en otra cosa. La tienda de alimentación para el perro pasa a ser la tienda de ropa. La papelería se convierte en farmacia». Eso sí, estos barrios no son ajenos a la burbuja inmobiliaria y advierte que «la vivienda es muy cara. Hay locales comerciales que han pasado a ser viviendas».

Jaume Vich está al frente de la tienda Melicotó, que se mudó de los Geranios a Blanquerna. Para evitar estar a merced de los precios de alquileres comerciales, Vich compró el local de su tienda. «Estamos muy contentos, es un local muy de barrio y donde no da pereza bajar a hacer compras y luego cenar. Esto es lo que antes era el centro. La gente se ha venido hacia aquí o Pere Garau».

El cocinero Tomeu Blanch, de La Molienda
El cocinero Tomeu Blanch, de La Molienda.

«Antes viví en Santa Catalina pero me costaba sentirme implicado en el barrio», dice. Aquí es muy diferente y las franquicias aún no han puesto sus ojos en la zona. Eso sí, lamenta que el Ajuntament de Palma haya desistido de alargar el eje de Blanquerna hacia Cotlliure: «Me hubiera gustado, aunque creo que el carril bici debería salir de aquí. No hay espacio para los peatones entre patinetes y terrazas».

Arxiduc se está contagiando de la vitalidad de Blanquerna. Allí está La Molienda, que atrae a mucha clientela. El cocinero Tomeu Blanch incluso se ha mudado de Pere Garau hasta aquí para escapar del ruido. «Tenemos las mejores pizzerías de Palma» aunque advierte que «la zona también se está gentrificando». El camarero Julián Vázquez también se ha mudado hasta aquí: «Hay bares clásicos como el Mavi o el Pigalle». La Molienda abrió hace siete años pero antes fue un prostíbulo y en sus orígenes fue un horno de pan que aún recuerdan los vecinos más veteranos.

Cervecería Adalt Brewing, en Arxiduc
Cervecería Adalt Brewing, en Arxiduc.

En Reina Maria Cristina está Ca’s Llimoner, «una cápsula verde dentro de Palma». Este espacio de arte, terapia y movimiento está impulsado por Joana Crespí, Lluis Amengual y Claire Gracia. «En el segundo piso vivía mi bisabuelo, que fue maestro de obras de la Pala de Toros», cuenta Crespí.

Muy cerca del bar La Sang, abierto por un sueco, y junto al clásico Venecia, está la cervecería artesanal Adalt Brewing. Según su dueño Sebastián Barceló, «la zona está de moda. Desde esta misma semana abrimos por las mañana y ofreceremos servicios de cafetería y desayunos». Eso sí, «ya hay extranjeros buscando piso en la zona». Como dice Vázquez, «uno no se muda donde quiere, sino donde puede».

Claire Gracia, Joana Crespí y Lluis Amengual
Claire Gracia, Joana Crespí y Lluis Amengual.

Bajas

Aunque el comercio local va resistiendo, gracias a un buen número de residentes que consumen en ellos. Sin embargo, también hay bajas. Hace escasos días ha cerrado la fruteria s’Auba, en la plaza del Obelisco, pero tiene otra abierta en Arxiduc. La pastelería Squarcia también ha cerrado sus puertas, en la calle Julián Álvarez, y aún se recuerda la carnicería Can Amorós. Otro de los clásicos que echó la barrera fue la Pastelería Llull, en 31 de Diciembre. Su edificio, ahora vacío, es propiedad de una cadena hotelera. En el barrio además son famosos los albergues juveniles que llenan de guiris las calles.