Théo Guillaume y Nilton Sotelo, delante de su local. | P. Pellicer

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El sueño de Théo Guillaume y Nilton Sotelo se fraguó a fuego lento, reparando bicicletas al alimón en casa del primero, un estudio de 50 metros en Palma, y bebiendo café, cantidades ingentes de café. «Teníamos tantas bicis para arreglar que se nos fue de las manos. Mi novia casi me echa de casa», recuerda con humor el francés. Por eso decidieron que era el momento de dar un paso adelante. Así nació Plumo, ubicada en un local espectacular de la Plaza Quadrado, en pleno Casc antic de Palma, que antes había sido una oficina de la Agencia Tributaria.

Théo nació en Francia, Nilton en Colombia. Amantes del ciclismo desde la infancia, llegaron a competir en sus países. El francés en diferentes equipos, el último fue el Cofidis, hasta que decidió que la competición profesional no era para él; Nilton, en cambio, lo dejó a los 16 años para centrarse en sus estudios. Uno llegó a Mallorca por amor, otro para visitar a su madre. Se enamoraron de la Isla y se quedaron.

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Imagen de Plumo, en la Plaza Quadrado de Palma.

Sus caminos se cruzaron trabajando como camareros en otro establecimiento. Allí entablaron amistad. Théo se marchó antes de la crisis del coronavirus, con la intención de montar su propio negocio; Nilton se quedó sin trabajo tras el confinamiento. Entre reparación y reparación y tazas de café decidieron montar su propio local en el que tuvieran cabida sus dos pasiones: el ciclismo y el buen café.

Café y bicicletas

«Plumo es más que una cafetería, Le dimos muchas vueltas antes de ponernos manos a la obra. No queríamos limitarnos solo a servir café, buscábamos que la gente se encontrara como en casa, contar un espacio de reparación y otro para vender bicicletas de segunda mano», explica Nilton, al tiempo que Théo señala que el nombre de Plumo se debe al mote que le pusieron sus compañeros de equipo: «Llevaba el pelo muy largo, mucho más que ahora. Y cuando rodábamos con la bici... pues eso, la melena al viento. Me llamaban ‘plumeau’ (plumero en francés). De ahí a Plumo para ser más corto».

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Nilton es el barista de esta curiosa cafetería de especialidad.

Tardaron, pero al final encontraron el local perfecto. «No nos podemos quejar tras más de un año abiertos. Hemos conseguido fidelizar a vecinos, a estudiantes de la ESADIB, los hoteles de alrededor nos recomiendan... hemos logrado lo que buscábamos», señalan estos dos emprendedores, que los domingos mantienen el mimo ritual: coger la bici y hacer kilómetros por la Isla, con paradas en sus cafeterías preferidas. El valor de saber disfrutar la vida.