Los bandoleros son un fenómeno que frecuentemente se asocia a los desequilibrios típicos de la época. | Redacción Cultura

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La violencia tomó Palma con motivo de las venganzas entre dos bandos nobiliarios enfrentados. Dos familias, con numerosos grupos satélites, ayudantes en la judicatura y mercenarios atraídos por las monedas capitalizaron las correrías y los rumores durante largo tiempo en el primer tercio del siglo XVII en Ciutat de Mallorca. Fueron unos tiempos convulsos donde día sí y día también alguien aparecía muerto y alguna cuenta era ajustada. Sus hechos son conocidos, e incluso este domingo una muchedumbre concurrirá en el centro de Palma para recordar en clave festiva esta historia con la batalla de agua de Canamunt i Canavall 2022. Aquí la recordamos en clave histórica y con afán divulgativo, a partir de algunos de sus principales personajes.

Nicolau Rossinyol y Bet Anglada.

Con ellos empezó todo a finales de 1598. Hijos de ricas familias bien relacionadas, algunas fuentes dicen que los allegados de ella no aceptaron a su pretendiente. Otros que el Rossinyol rompió su relación amorosa con la joven Anglada causando un agravio insufrible. En cualquier caso parece que na Bet y su madre incitaron a su familia a golpear primero y los primeros muertos llegaron entre los Rossinyol cerca de la Seu de Mallorca.

Lejos de quedarse así las cosas se inició una espiral violenta que partió Ciutat en dos. Cada familia involucró en esta en buena medida al barrio en el cual se ubicaba su casal, los Anglada en Canamunt (lo que comprende desde sa Riera hacia 'arriba', en dirección a la parte alta de la ciudad) y los Rossinyol en Canavall (de sa Riera hacia abajo), dando lugar a una suerte de fiel milicia dispuesta a morir y a matar por sus señores.

Pero la violencia no se circunscribió a las calles del interior de la murada de Palma; al contrario, los enfrentamientos y reyertas empezaron a producirse a lo largo de toda Mallorca dejando un copioso reguero de víctimas mortales, inquinas más o menos evidentes y sufrimiento por todas partes, a balquena como se dice popularmente. A toda acción le seguía una reacción peor. El grado de virulencia de los choques fue tal que esos días establecieron el germen de una expresión oral de lo más particular que ha llegado a nuestros días: Aquí n'hi ha per na Bet i sa mare.

La colla de Selva.

El historiador Gaspar Valero refiere que «con este nombre se conoció un poderoso grupo de bandoleros, adscrito al bando de Canamunt, que tenía como dirigentes a la familia de los Ferragut, alias Boda, de Selva, en plena Serra de Tramuntana. Formaban parte el padre, Joan Ferragut Boda, y los hijos Bartomeu Ferragut, Negret Boda, el presbítero Mateu Ferragut, Capellà Boda y, también los otros hermanos más pequeños, Joan, Simó y Llorenç». Otro historiador, Jaume Serra, narró una vez en Ultima Hora que «el Capellà Boda, que se acercó a los Canamunt a raíz de un pleito mantenido por un beneficio en la Seu, fue el artífice de la guerrilla, ya que su condición de eclesiástico le permitía circular libremente por toda la Isla llevando las órdenes de los jefes de Canamunt, especialmente de Pere de Santacilia y de Pere Safortesa».

Representación moderna de un bandolero en el cine. Foto: Efe.

Iniciaron sus actividades delictivas en el invierno de 1615 y llegó a estar integrada por una treintena de individuos, no todos de Selva, entre los que se encontraban algunos de los bandoleros desterrados más famosos de la época, como Nadal Serralta, Antoni Gibert Treufoc, Jaume Gamundí Fembra, y el Bord Gater. Actuaban principalmente entre las tierras agrestes de Bunyola, Lluc e Inca, pero también se movían como pez en el agua por los caminos y las possessions del Raiguer e incluso por Pollença, su parte urbana incluida. Un día hubo un gran enfrentamiento con sus adversarios en el Grau de Lluc, en adelante conocido como Coll de sa Batalla, y muchos de ellos murieron. Otros tomaron nota y no dejarían las cosas así.

La mano criminal.

Antoni Gibert alias Treufoc era un joven payés del término palmesano, viejo conocido de las mazmorras de Ciutat por algunos hurtos menores, que llegó a ser condenado a servir en galeras. Estando encarcelado y antes de ejecutarse la pena presumiblemente contactó con gentes de la colla de Selva, recordemos fieles servidores de Canamunt y por lo tanto de los Anglada. El 9 de marzo de 1619, con otros dos sujetos de su misma estofa, se dio a la fuga escapando por el retrete para evitar ser embarcado a la fuerza. En las montañas de Selva dio un curso avanzado de bandolerismo bajo el tutelaje del capellà Boda y otro conocido desterrado, Jaume Gamundí Fembra.

El 23 de mayo de 1619 Treufoc y el capellà Boda, que había jurado venganza por la muerte de su hermano en el durísimo choque cerca de Lluc, entraron en la ciudad resueltos a matar a Jaume Joan de Berga, magistrado de la Audiencia y contrario en demasiadas ocasiones a sus intereses. Cuentan que oculto por razones obvias el bandolero Treufoc accedió a la casa de Pere Santacilia, un 'piso franco' desde donde pasó a la Seu.

Los relatos más o menos apócrifos dicen que se escondió bajo el altar de la capilla del órgano del templo y sin ser visto salió por la casa de la Almoina; de allí fue a la casa que hay sobre la costa de la Seu para encontrarse con el otro ejecutor del atentado, el noble Jeroni Pau de la Cavalleria. Esperaron el momento propicio y cuando el oidor Jaume Joan de Berga salió de la Audiencia en su coche de caballos le siguieron discretamente. Al llegar a su casa en la calle de Sant Pere Nolasc, con las últimas notas de sol de la tarde bañando el empedrado y la fachada de la distinguida vivienda, dispararon sus armas de fuego hiriendo mortalmente al juez.

Los hechos suscitaron un gran escándalo en Palma y más allá, y se utilizaron en cierto modo como pretexto para poner fin a una deriva que había llegado demasiado lejos. En consecuencia las autoridades se lo tomaron especialmente en serio y destinaron un gran número de efectivos y abultadas recompensas para quien diera alguna información fiable que permitiera resolver el asesinato vil del jutge Berga. Finalmente, ambos pistoleros fueron apresados y ajusticiados de un modo público y terrible, a la usanza de la época, para servir de aprendizaje y escarmiento al resto.

Todavía tardarían en llegar los años de relativa paz del bisbe Rocamora. Antes que eso debe aparecer en la pagesia una figura destacada, el bandolero Llorenç Coll Barona, recordado por codearse de tú a tú con el virrey, que a su modo le reconocía una notoria autoridad especialmente en los terrenos de fora vila. Poco a poco la llama del bandolerismo en Mallorca se fue apagando y muchos hombres de armas abandonaron la Isla para participar en distintas guerras en el exterior. En 1666 cayeron muchos ante el acuerdo de las autoridades, la nobleza y el clero por poner fin a un fenómeno que perjudicaba a todos en mayor o menor medida. No obstante, a pesar de las batidas y todos los esfuerzos, los bandoleros no fueron erradicados de Mallorca hasta la Guerra de Sucesión.