El centro de Palma, colapsado este miércoles ante el mal tiempo. | Teresa Ayuga

TW
5

El cielo encapotado y la amenaza de lluvias ha empujado este miércoles a miles de turistas a cambiar las playas por el centro de Palma. La ciudad ha sufrido atascos en las principales vías del centro y los aparcamientos públicos han rozado el 100 por cien de ocupación. Decenas de coches, muchos de ellos de alquiler, se han quedado atorados en Paseo Mallorca y Jaume III hasta Plaça de la Reina, así como en las Ramblas, mientras esperaban su turno para aparcar.

Todo ‘guiri’ que se precie debe empezar o acabar su recorrido por la ciudad en la Catedral. La rueda de prensa de la Plataforma contra los Cruceros cambió su ubicación y se ha perdido el espectáculo de riadas de turistas entrando en la Almudaina y la Seu, que albergaba en su interior a mediodía hasta 2.000 personas. Fuera esperaba una cola que daba la vuelta a la esquina.

Luis Cristóbal y Ana Peral, de Madrid, esperaban su turno para entrar en el icono palmesano:«Estamos en Alcúdia y veníamos a pasar el día. Hay tantos extranjeros que da la sensación de que estamos en otro país». Confiesan que el martes estuvieron en Es Trenc «pero había atascos y demasiada gente. Hemos hecho la lista de lo que hay que visitar según Internet y, claro, todos hacemos lo mismo. ¿Sabéis de alguna playa que sea más tranquila?». La familia Silva, de Oporto, recuerda cómo era Palma hace quince años, cuando hicieron su primera visita: «Ahora hay muchísima más gente».

Ta170822001-40.jpg
Turistas, visitando la zona de la Catedral. FOTO: T.AYUGA

No faltaba de nada a las puertas de la Seu: guías armados de paraguas para pastorear a los visitantes, manadas de segways, galeras y ríos de turistas que se hacen selfies. Tampoco faltaban coches de alquiler despistados que circulaban a las puertas de la Catedral. «Aquí está prohibida la circulación», dice un efectivo de la Policía Local, ya que se trata de zona ACIRE. La multa, por tanto, no tardará en llegar.

El recorrido de esta Palma tan nublada como atestada prosigue por la plaza del Ajuntament. En la confluencia con Jaume II, Costa d’en Brossa y Santo Domingo se concentran casi un centenar de turistas para hacerse selfies y comprar dulces, helados y camisetas de una ficticia Mallorca University.
Jaume II es el equivalente de la calle Estafeta de Pamplona en plenos encierros, con tantas nacionalidades como una asamblea de la ONU. La riada de visitantes se dirige hacia la Plaza Mayor, con parada y selfies obligatorios ante Can Forteza Rey y una tienda de delicatessen. En Jaume II la tienda Paraguas recibe a extranjeros que quieren hacerse con un abanico para sofocar el bochorno. «Con el calor y el boom de turistas, los abanicos se están vendiendo como antes de la pandemia», dicen las dependientas.

La Plaza Mayor es un jolgorio donde se mezclan terrazas con clientes que se hidratan para sobrevivir al calor, un artista callejero, puestos de productos artesanos y manteles Souvenir of Majorca y manteros con bolsos falsos de Christian Dior. Ni el mercado del Olivar se libra de los turistas: allí se devoran más ostras que ensaimadas.