Palma, 1403. Entre el 14 y el 15 de octubre Ciutat vivió sus horas más mortíferas. | Redacción Local

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Hubo un tiempo en el cual, cuando llovía muy intensamente, los principales torrentes de Palma se llenaban hasta los topes y corrían un serio riesgo de desbordarse. Eso, en la época en la que la planificación urbanística no era la mejor, podía traducirse en torrentadas de dramáticas consecuencias, como la que se sobrevino el 14 de octubre de 1403 y que, según algunas fuentes históricas, acabó con la vida de 5.000 personas.

El investigador Miquel Grimalt publicó en su día un trabajo para el departamento de Ciències de la Terra de la Universitat de les Illes Balears (UIB) titulado Les inundacions històriques de sa Riera, recogiendo desde el siglo XV algunos episodios de catástrofes naturales sucedidos en la capital balear como consecuencia de las lluvias torrenciales.

No obstante, tal y como reconoce el propio investigador, «especialmente fuerte fue la crecida de 1403, con unos cuantos miles de víctimas mortales» como trágico resultado. Cita que, desde la Antigüedad, no hubo un episodio igual en todas las tierras que actualmente conforman el estado español.

¿Qué pasó ese día? No es que hace 618 años las gotas frías o las DANAS típicas del otoño mediterráneo fueran más intensas o diferentes a las actuales; al contrario, el calentamiento global como consecuencia del cambio climático ha incrementado la frecuencia e intensidad de estos fenómenos extremos, según reconocen todos los expertos en la materia.

Quizás el hecho principal, el detonante de la masacre que tal día como hoy del año 1403 aconteció en Palma, hay que buscarlo en el trazado del torrente de sa Riera. En la Palma medieval el cauce «cruzaba el centro urbano de la Ciutat de Mallorca casi siguiendo su eje central». Su lecho pasaba por la Rambla, calle Unió, plaça del Mercat, desembocando al final del passeig del Born, donde se había ubicado el primitivo puerto de Palma.

Curiosamente cien años antes de la tragedia el rey Jaume II ya mandó sacar el cauce por fuera de la ciudad, algo que puede interpretarse como que anteriormente ya había habido problemas. Sin embargo, las obras no se llevaron nunca a cabo y las torrentadas que siguieron en el tiempo manifestaron que no había sido una buena idea desestimar la orden del monarca.

En su trabajo Grimalt plasma dos días seguidos de dos noches de lluvias fuertes, que con las horas dieron paso a una crecida sin precedentes. Los testimonios de la época cifran en 40 palms (7,82 metros) la altura del agua en la Plaça del Mercat. Como consecuencia «las aguas rompieron la muralla, anegaron la parte baja de Palma y arrasaron buena parte de las casas de la zona con una cifra de víctimas que oscila entre las 3.500 y las 5.000», siendo este último el balance más avalado por los distintos especialistas.

PALMA. TORRENTES. TORRENTE DE SA RIERA A SU PASO POR SA FEIXINA.
Las zonas aledañas de sa Riera, cercanas a la desembocadura como Santa Catalina y Puig de Sant Pere, fueron las más damnificadas. Foto: G.Valero.

Andreu Muntaner cita como causa probable del desastre el taponamiento de la salida del torrente hacia el mar con la gran cantidad de árboles, piedras y escombros arrastrados a su paso: «el agua se acumuló hasta alturas considerables en los barrios marineros cercanos a la Llonja. Cuando la muralla del muelle cedió al peso, se formó una gran ola que arrastró muchas vidas y bienes hacia el mar». Muchos cuerpos fueron recuperados en el Coll d'en Rabassa. Otros tantos en Porto Pi e incluso en Illetes.

Asimismo, las características constructivas de la parte de Palma más pegada a la vida marinera posiblemente incidieron en las masivas pérdidas humanas de ese día funesto. Muchas chozas se alzaban con tàpia, simple fango secado al sol como recubrimiento, que al remojarse se reblandecía. Su integridad frente a una inundación es fácil de imaginar.

Dos cientos años después de aquel día negro en la historia de Palma y de toda Mallorca se desvió el tramo urbano de sa Riera dotándolo del recorrido actual. En la memoria colectiva había quedado grabado para siempre el día en que sa Riera se convirtió en un mar de muerte.