Imagen de las calles del centro repletas de turistas. | Jaume Morey

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A las diez y media de la mañana los compradores de pescado a precios de Nochebuena se codeaban con numerosos turistas que merendaban ostras con champán. Era el anticipo de una mañana ajetreada en el centro de Palma. Con la tregua del termómetro tras la ola de calor Lucifer y los cielos cubiertos por nubes, el Casc Antic recibió a miles de turistas que cambiaron la playa por la ciudad.

De hecho, la Policía Local de Palma activó la Operación Nube hasta las 13.30 horas, una operativo que se pone en marcha «aquellos días en los que se detecta afluencia de turistas en día nublado», según Cort.

La plaza España es lugar de encuentro de los guías turísticos que congregan a visitantes. Un centenar de personas se preparaba para conocer la ciudad siguiendo a una guía armado con un paraguas verde. En la plaza de Cort, una conocida terraza advertía que «sin reserva es imposible conseguir mesa».

María José Carranzo e Ignacio Ballesta, de Zaragoza y alojados en un hotel del Arenal, contemplaban el escaparate de una conocida pastelería: «Hemos ido de cala en cala estos días, pero ahora aprovechamos que está nublado para ver la Catedral».

Era la tónica habitual de los turistas que atestaban Sant Miquel, Jaume II y la plaza Major, que devolvían al centro la antigua estampa de un verano normal, salvo por las mascarillas.

Colas kilométricas

«Estoy en casa de una amiga pero no soy de playa, prefiero callejear», contaba Miren Adrián, una navarra de Estella que merodeaba por el Parlament. En su primera vez en la ciudad, prefiere esperar al sábado para conocer la Isla de la mano de su anfitriona.

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Las colas para entrar en la Catedral y el Palau de l'Almudaina eran kilométricas, aunque se movían rápido. «La Catedral tiene aforo de 600 personas», decían en la puerta del museo. En invierno hubo días que contabilizó solo seis visitantes. Ayer no daban abasto para recibir al añorado turista.