Una treintena de barriadas de Ciutat se movilizan a través de las aplicaciones móviles vecinales con el objetivo de ‘hacer barrio’, intercambiando servicios o hablando de los problemas que afectan a su zona. | Archivo

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Coleccionamos ‘amigos’ en Facebook por encima de nuestras posibilidades, lo triste es que algunos viven a dos calles y no nos dignamos a charlar cuando nos cruzamos con ellos por casualidad. También damos ‘likes’ a discreción en Instagram a compañeros de trabajo a los que ni siquiera saludamos, o entablamos conversaciones en Twitter sobre lo divino y lo humano con una facilidad pasmosa. Sin olvidar esa obsesión por aumentar nuestros contactos en Linkedin como si fuesen cromos de fútbol.

Las redes sociales nacieron para ayudarnos a reconectar con viejos amigos o conocer gente nueva con las mismas inquietudes, pero dónde ha quedado ese objetivo inicial. Uno solo tiene que echar un vistazo a sus interacciones en la social media y llegará a sorprenderse del escaso porcentaje de relaciones reales que mantiene con esos ‘colegas’ virtuales. Parece que lo que está de moda pasa por dejar de lado la relación cara a cara por la conversación superficial a través del grupo de Whatsapp o sucedáneos.

Uno de los ejemplos más claros de esta ¿evolución? social la podemos encontrar en nuestro vecindario, o si prefieren acotarlo más, en su bloque de viviendas. Ya no les pido que recuerden el nombre de un vecino, si tiene pareja o cuántos hijos ha traído al mundo. Háganse esta pregunta: ¿A cuántos residentes reconocería?... ¿Tiene dudas? No crea que es el único.

De la app a la calle

De un tiempo a esta parte, la vida vecinal, toda una idiosincrasia de este país, ha pasado a ser residual. Y con el fin de rehabilitar esta forma de vivir en los vecindarios han nacido una serie de aplicaciones que tienen como objetivo reconstruir los típicos encuentros y conversaciones en el portal, el rellano o la plaza del pueblo por un entorno 3.0. Solo hace falta un líder que ponga en marcha el barrio en esta app, conocido como el anfitrión, que tiene que animar a otros quince residentes a unirse a su barrio virtual; en cuanto lo consiga, el vecindario está activado y es trabajo de los usuarios darle vida. «Nuestro objetivo no es solo acercar a los vecinos virtualmente, vamos más allá. Queremos llevar esta relación a la vida real», según explica Joana Caminal, responsable de la comunidad Nextdoor en España, una aplicación móvil nacida en Silicon Valley en 2011 y que el año pasado llegó a España para hacerse un hueco en un nicho de mercado que no deja de crecer.

Joana Caminal, responsable de la comunidad Nextdoor en España.

Para que les quede más claro: Nextdoor posibilita un espacio gratuito en la red en la que un vecino de Son Oliva puede solicitar que alguien le preste una lijadora, otra persona se ofrezca a cuidar niños durante varias horas a cambio de otro favor o un grupo de residentes del Molinar se unan para iniciar un movimiento para solicitar nuevos semáforos en sus calles. Cuestiones de toda la vida, pero llevadas al mundo virtual.

Vida palmesana 3.0

Palma, por ejemplo, parece haber abrazado esta moda 3.0. En menos de seis meses (a fecha de abril de 2019), 29 barriadas de Ciutat se han adherido a la plataforma Nextdoor con el objetivo de hacer comunidad: Son Oliva con 107 vecinos, El Molinar con 86 residentes y Son Caliu (Calvià) con 80, son los vecindarios más activos en redes vecinales hoy en día; y si sumamos todo el Archipiélago, la experiencia aumenta hasta los 40 distritos conectados a través de la app de Nextdoor. «Estos primeros meses de trabajo en Baleares muestran que nuestros usuarios isleños se preocupan por mejorar la vida de barrio: organizando limpiezas en parques, pidiendo más seguridad en ciertas calles y quejándose de algunas políticas municipales que consideran poco positivas para su barriada», enumera la responsable de Nextdoor, Joana Caminal.

Recién llegada, querer «hacer comunidad» y estar concienciada con los problemas de su nuevo barrio han hecho que Aina se uniera al vecindario virtual de Son oliva; Laura, por ejemplo, ha descubierto que gracias a estas aplicaciones vecinales puede vender su pulseras a todos sus vecinos conectados; o Rodrigo se ha convertido con 65 años en todo un líder vecinal. «Hay espacio para todos», señala la responsable de la comunidad, al tiempo que recuerda la intención de esta plataforma no es solo crear puntos de apoyo entre residentes, sino que tenemos vocación de inundar las calles de vida», finaliza Caminal.