Ppatio de armas de Bellver prácticamente desierto, sólo con este cronista y un encargado de seguridad. | Redacción Local

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Existe la posibilidad de estrenar playas sin turistas el próximo lunes si Baleares entra en fase 2. Igual que se han estrenado ya las terrazas, e igual que pasear por las calles de la ciudad sin cruzarte con turistas. Nada de eso parece compatible con el modelo económico de Baleares y su ‘industria turística’, pero es una de las imágenes o espejismos de estos días de desescalada.

Ser el primer visitante y recorrer prácticamente en soledad el Castell de Bellver (la postal típica de la ciudad que cualquier turista atrapa en su cámara) y que acaba de abrir a las 10 es una oportunidad única e impagable (bueno, 2,50 euros si eres residente) para preguntarse por el tiempo que viene. Y detenerse en uno de los paneles de la sala dedicada a la ciudad: el que resume (así se titula) «el nacimiento de la industria turística, del descubrimiento romántico del siglo XIX a la explotación económica del XX». Ahí se recuerdan los artículos que escribía Miquel dels Sants Oliver con el título genérico de ‘Desde la terraza’ y que acuñó la expresión «la industria de los forasteros» para lo que luego ha marcado la economía de las Islas.

El Castell de Bellver cierra el lunes pero abre el resto de la semana. También el domingo, cuando recorrer su interior es gratis. Ya se sabe que, salvo sorpresa imprevista, habrá una nueva prórroga del estado de alarma –que llega este miércoles a su día 67– hasta el final de la desescalada.

El Castell de Bellver es visitado anualmente por 350.000 personas, explica su directora-conservadora, Magdalena Rosselló. Y claro, la mayoría de visitantes son (o eran) turistas. Aunque abre las 10 para las visitas generales –añade–, hay un horario especial que se inicia a las 8,30 «para los cruceros». Como a esa hora todo está cerrado, su visita a Palma empieza por el castillo, precisa. Rosselló cree que este periodo de «desescalada» (esa expresión se ha incorporado al vocabulario habitual de la ‘generación de 2020’) es un buen momento también para que quienes viven en Mallorca se acerquen hasta allá.

Como un día de invierno

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Durante el confinamiento, y pese al teletrabajo’, su directora acudió a trabajar varios días. Era casi un lujo, recuerda. Se puede visitar de manera individual. No hay visitas guiadas ni en grupo pero todas las dependencias están abiertas. El pasado domingo (gratis) fue el de mayor afluencia de visitantes. Lo visitaron 87 personas. Lo tiene bien anotado Cati Melià, que trabaja «desde hace cuatro temporadas» en el centro de recepción de visitantes, que es donde se compran las entradas y desde donde empiezan las visitas. La media no pasó de seis personas diarias la semana anterior. «En pleno invierno, cuando casi no hay visitas, las media es de cien personas al día», cuenta. Y añade: «Si alguien viene hoy será al caer la tarde o después de las cinco».

La buena noticia es que las agencias de viajes han empezado a interesarse sobre la disponibilidad del Castell de Bellver. Es otro dato que aporta Cati Melià. Pero todo tiene un pero: las agencias se han interesado por estos datos de cara a las temporadas de invierno y primavera de 2021. El turismo tendrá que ser interior. El confinamiento supuso el brusco cierre de las visitas del turismo sénior, los viajes de la tercera edad.

La directora del museo confirma que, a esa hora, nadie ha visitado el Castell de Bellver y aprovecha para recordar que «también hay bar». Con terraza. Una terraza en la que atiende Cristina desde hace tres años. Es cierto que no hay visitantes a esa hora pero lo que sí ha estado bastante concurrido es el bosque que rodea al castillo. Es la hora de los paseos y de los runners.

Agustín y Sabrina se están tomando un mate después de una caminata. No hay duda de que su origen es argentino. Llevan unos años viviendo en Palma y desconocen que el interior del Castell de Bellver ya se pueda visitar. «Lo anotamos para otro día», afirma Agustín.

Podría haber experimentado el placer de una visita casi en soledad. Toda la ciudad que estuvo confinada hasta hace nada es visible. Desde lo alto se ve el mar y el puerto. Y no cuesta imaginar donde empieza la playa que se podrá estrenar como toca el próximo lunes: pisando la arena y con un chapuzón en el mar.

De momento, sin turistas. Como estos días en el castillo donde Gaspar Melchor de Jovellanos pasó su ‘confinamiento’.

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