Imagen de los trabajadores del Venecia.

TW
11

Allá por el año 1934, hace 85 años, una pareja de Sant Elm abría un bar junto a la plaza del Cardenal Reig, más conocido como la del Obelisco desde 1954. «Al parecer, el local tenía el nombre de Arriba España y frente a él se encontraba la central de La Falange, pero después de la Guerra Civil cambió el nombre por el de Venecia», comenta el actual propietario, Ramón Sánchez Ruiz, quien lleva al frente del negocio desde 1986.

«Tras la primera pareja, lo cogió otro matrimonio de Llucmajor y después Juan y Margarita, que contrataron a mi tío, Juan Ruiz Vargas, que se quedó con el negocio en 1983. En ese momento comencé a trabajar aquí, y tres años después, cuando falleció mi tío, me hice cargo del negocio», comenta en una de las 25 mesas para cuatro personas del bar restaurante.

El ‘alma mater’ del local define a la perfección la filosofía del negocio: «Es un bar de pueblo, pero en la ciudad. Ofrecemos lo que hay en esos locales de las ciudades pequeñas: buenos desayunos, tapas, variats, con un trato muy cercano». Estos 85 años de historia han dado para muchas anécdotas, como los años del estraperlo. «El tren de Sóller tiraba las sacas de harina y en el bar se producía el intercambio. Durante mucho tiempo, el local fue un punto de encuentro de contrabandistas. No viví esa época, pero sí me acuerdo de vender Winston americano de contrabando».

Hace cinco años, Ramón emprendió una reforma del local, y no sólo estética. «Hasta entonces, durante las tardes venían muchos clientes a jugar a cartas; entre ellos, policías y guardias civiles, pero decidí quitar los naipes y los tapetes. A pesar de ello, la mayoría continuó viniendo como cliente». Uno de los principales fuertes del Venecia es el café. «No diré que tenemos el mejor de Palma, pero sí uno de los mejores. Es una mezcla de varios tipos. Me costó un tiempo lograr el equilibrio adecuado y me lo sirve la misma empresa desde hace 30 años. Además del sabor, también es importante decir que nosotros usamos unos 12 gramos de café, mientras que otros le ponen 7. Y eso se nota».

Otro aspecto muy destacable es el menú que ofrece cada día, que incluye gastronomía casera mallorquina. «Son cinco primeros y cuatro segundos, que se encarga de idear y preparar nuestro cocinero, Eduardo». Ramón reconoce que la calidad de algunos productos ha cambiado de unos años a esta parte. «El pollo no sabe tanto y los huevos tampoco, pero intentamos tener la mejor calidad de lo que ofrece el mercado». En la actualidad, Ramón cuenta con una decena de empleados, la mayor cantidad de toda su historia. «No es fácil; se necesita trabajar mucho, pero la ilusión sigue intacta».