La investigación reveló que las condiciones ecológicas, económicas y sociales para la convivencia variaron significativamente en los últimos tiempos. | Efe

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La convivencia entre humanos y lobos es posible siempre que las comunidades rurales reciban las ayudas oportunas. Esta es una de las conclusiones principales a la que ha llegado una investigación conjunta realizada por las universidades de Leeds (Reino Unido) y Oviedo.

El trabajo, financiado por el Natural Environment Research Council del Reino Unido y publicado en la revista Frontiers in Conservation Science, aboga por ofrecer un mayor apoyo a las comunidades rurales para fomentar relaciones armoniosas con los lobos.

Ese nuevo estudio, en el que ha participado José Vicente López-Bao, investigador del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (Universidad de Oviedo, CSIC, Principado), analizó tres estados de convivencia de comunidades rurales con el lobo en España: uno con presencia permanente de lobos; otro donde los lobos han regresado recientemente; y un tercero en el que se espera que lleguen en la próxima década. Los investigadores exploraron las diferentes condiciones en las que humanos y lobos pueden llegar a coexistir.

La investigación reveló que las condiciones ecológicas, económicas y sociales para la convivencia en estas comunidades variaron significativamente. Por ejemplo, mientras que los perros guardianes del ganado (razas de perros seleccionadas para defender el ganado de los ataques de los lobos como, por ejemplo, el mastín español) se perciben notablemente eficientes en algunas comunidades, en otras, factores como la topografía o el turismo hicieron que los habitantes percibieran que eran menos útiles.

Las investigaciones realizadas por este equipo muestran la importancia de trabajar con estas comunidades para encontrar soluciones adaptadas a sus necesidades, en lugar de soluciones técnicas y legales generalizadas. «Entender las particularidades que cada contexto requiere para implementar una medida de prevención de daños nos puede ayudar no solo en adaptarlas localmente para aumentar su efectividad, sino a incrementar las posibilidades de aceptación de su uso», destaca López-Bao.

La autora principal, Hanna Pettersson, investigadora de doctorado en el Instituto de Investigación de Sostenibilidad de Leeds, pasó la mayor parte de 2020 viviendo en tres áreas rurales de España para intentar comprender los principales factores que determinan la coexistencia entre lobos y humanos. Pettersson señala que «los principales problemas para las comunidades rurales en áreas donde lobos y humanos comparten el territorio en muchos casos no están ocasionados por los propios lobos, sino por las presiones económicas y sociales que amenazaban los medios de vida, las culturas y la autonomía de las comunidades locales».

«Hasta ahora sabíamos mucho sobre los factores que conducen a relaciones disfuncionales entre las dos especies, pero mucho menos sobre aquellos factores que fomentan una convivencia funcional», añade Pettersson en referencia a la novedad de esta investigación.

Los autores del trabajo indican que hoy, gracias a múltiples factores como las leyes de conservación y el abandono del rural, estamos viendo el regreso y la expansión de grandes carnívoros, como los lobos, por muchos tipos de paisajes en toda Europa. «En los últimos años, existen registros de presencia de la especie en todos los Estados Miembros de la Unión Europea de la Europa continental», señala López-Bao.

«Esta es una señal esperanzadora para el movimiento global de recuperación de la naturaleza, que es una parte crucial para hacer frente a las crisis climáticas y de biodiversidad en curso», destaca Hanna Pettersson. «Sin embargo, para garantizar que este movimiento sea justo y sostenible, es importante que trabajemos de manera proactiva en las comunidades que compartirán espacio con estos grandes depredadores.

En algunos casos, pueden generar beneficios económicos a través del ecoturismo y pueden proporcionar una regulación natural de los ecosistemas, por ejemplo, al mantener bajo control el número de herbívoros», añade. «Se ha invertido un gran esfuerzo en valorar los aspectos negativos de la coexistencia. Sin embargo, un aumento del foco de atención hacia los beneficios potenciales de la presencia de estas especies puede tener un impacto positivo sobre la tolerancia a coexistir con estas especies» comenta López-Bao.

La investigadora comenta que los lobos son criaturas hermosas admiradas por muchos, pero también causan problemas a las comunidades agrícolas tradicionales, muchas de las cuales ya son vulnerables debido a las condiciones desfavorables del mercado y la marginación social.

«La supervivencia de estas comunidades es crucial para mantener su rico patrimonio cultural y prácticas sostenibles de producción de alimentos y, por lo tanto, debemos asegurarnos de que se creen las condiciones adecuadas para que puedan subsistir en el futuro. Los lobos están regresando a lugares donde han permanecido ausentes durante décadas, a veces siglos, y los proceso de coadaptación con esta especie se han perdido. El desafío clave al que nos enfrentamos es preparar y apoyar a las comunidades para que puedan adaptarse y prosperar, gracias a su regreso o, a veces, a pesar de él», indica la investigadora.

Las prácticas ganaderas tradicionales, como el uso de perros mastines, todavía prevalecen en algunas partes de España, donde los pastores pastan su ganado en amplias áreas geográficas. Algunas comunidades, como en la Sierra de La Culebra (Zamora), han vivido junto a los lobos durante generaciones y han adoptado varios métodos para coexistir con la especie exitosos. Por ejemplo, protegen a sus animales encerrándolos durante la noche, acompañándolos a pie durante el día y manteniendo perros guardianes del ganado con sus rebaños en todo momento.

Pero estos métodos requieren mucho trabajo y son costosos, particularmente para los pequeños agricultores cuyos márgenes económicos a menudo son muy estrechos, por lo que es importante apoyar la implementación de estas medidas, ya que supone un esfuerzo extra y un coste de producción mayor, en áreas de presencia de la especie. «Las comunidades rurales se han quedado, en el mejor de los casos, con pagos de compensación burocráticamente engorrosos e ineficientes, si pueden demostrar que su animal fue depredado por un lobo, lo que a veces es imposible», destaca la coautora del trabajo.