Fotografía facilitada por la editorial Plantea de la portada del libro del expresidente del Gobierno José María Aznar, "Memorias I". | Efe

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El expresidente del Gobierno José María Aznar asegura en sus memorias que la decisión más difícil que ha tomado en su vida fue mantener su compromiso de no presentarse a un tercer mandato y señala que la elección de Mariano Rajoy como su sucesor fue por el interés de España.

«Memorias I» (Planeta), que se presentará el próximo 26 de noviembre en Madrid, es el primer volumen de las memorias de Aznar, en el que explica algunas de sus decisiones más controvertidas durante sus ocho años de Gobierno (1996-2004).

La Agencia Efe ha tenido acceso a varios extractos de este volumen, que cuenta con un prólogo titulado «Mi decisión más difícil» en el que señala que fue la convicción de contribuir al fortalecimiento de las instituciones democráticas y de evitar la tentación de aferrarse al cargo lo que le llevó a no presentarse a las elecciones de 2004.

Explica que contó con la oposición de muchos dentro y fuera de España y que algunos le pidieron que reconsiderase su postura, como Jacques Chirac, Bill Clinton, Tony Blair, George Bush o Vladimir Putin.

En España, fue Manuel Fraga quien le expresó su más fuerte oposición, las víctimas de ETA también le pusieron objeciones e, incluso, Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo le trasladaron su criterio en contra de una retirada que consideraban «prematura».

«Ambos lo hicieron en nombre propio y, según me pareció entender, por encargo de otras personalidades relevantes del momento», añade.

Pero la decisión estaba tomada -el nombre de Mariano Rajoy estaba escrito en su cuaderno azul en noviembre de 2002- y el 29 de agosto de 2003 le citó en su despacho.

Rajoy le dijo: «Presidente, prefiero que no me digas lo que intuyo que me vas a decir» y, a continuación, le agradeció que le hubiera hecho cinco veces ministro y vicepresidente del Gobierno, y Aznar cuenta que le contestó: 'Gracias, pero te lo voy a decir. Creo que tú eres la persona adecuada'. «Fue una decisión, explica Aznar en el libro, que tomó con un único criterio: «El interés de España» y que no desveló a nadie, aunque tuvo una ocasión para hacerlo.

Así, afirma que hubo una avería «muy seria» en el vuelo que le trasladaba a la República Dominicana para asistir a la XII Cumbre Iberoamericana y que llamó al rey para decirle que, «si ocurría algo», en la cartera llevaba un cuaderno azul en el que estaba apuntado el nombre de la persona que, a su juicio, «debía hacerse cargo de la situación».

«No le dije nada más. Como si fuese fácil encontrar los restos de un cuaderno azul en un avión siniestrado», apostilla.

A los otros dos candidatos, Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja, les expresó su aprecio y gratitud y les transmitió que en su decisión no pensó en nada más que en intentar servir al interés general de España.

Según Aznar, ambos aceptaron y señalaron que colaborarían con Rajoy, aunque su respuesta «llevaba aparejada una cierta resignación», a la vez que -subraya- ya en aquel momento quiso dejar claro que se iba a hacer una «cesión completa» de sus responsabilidades y que, desde entonces, su sucesor «debía hacer las cosas a su aire, a su manera».

«Tienes toda la libertad para tomar las decisiones que tengas que tomar». Cuando lo consideres necesario, me llamas. Y si no lo consideras necesario, no me llamas», le dijo entonces Aznar a Rajoy, a quien insiste en que no le sugirió ni un solo nombre de su equipo. «Mariano pudo actuar con total libertad y así lo hizo», precisa.

La elección de Ángel Acebes, Eduardo Zaplana y Gabriel Elorriaga fue la primera decisión de Rajoy, dice Aznar.

Para el expresidente del Gobierno, «la operación salió bien» y habría salido «perfectamente si no hubiese sido por los atentados del 11 de marzo de 2004».

Aunque se especuló con nombres como el de Acebes, Zaplana o Alberto Ruiz-Gallardón para sucederle, Aznar siempre tuvo claro que la elección iba a ser entre Rajoy, Rato y Mayor Oreja.

Revela que sólo una vez se planteó la posibilidad de proponer a alguien de la nueva generación -antes de las elecciones municipales y autonómicas de 2003- y que le informaron de que Rajoy y Rato habían llegado a un «acuerdo» para que en el caso de que el elegido fuera uno de ellos aceptarlo, pero que si finalmente resultaba ser cualquier de los más jóvenes «intentarían cerrarle el paso».

Aznar dedica parte de este prólogo a su relación y posterior distanciamiento con Rato y así relata episodios de amistad entre ambos y cómo éste le pidió durante un viaje en las navidades de 2000 que reconsidera su decisión de no presentarse y después le planteó objeciones concretas a su candidatura para sucederle.

Sin embargo, en el verano de 2003 Rato le anunció que había cambiado de opinión y que ahora sí quería ser el candidato del PP a las elecciones previstas para marzo de 2004.

«'Tu me has dicho dos veces que no'. Y él respondió: 'Pero ahora te digo que sí'. No le contesté nada. Sólo tomé nota», explica Aznar, quien añade que el día que les anunció que el sucesor sería Rajoy quiso tener un gesto de deferencia hacia Rato y éste le volvió a decir: «Pues ahora hubiese querido».

La designación de Rajoy obligó a Rato a reflexionar sobre su futuro y a rehacer sus planes, centrando todos sus esfuerzos en el FMI, un puesto para el que Aznar pidió ayuda para respaldar la candidatura de su amigo a Bush, Chirac, Blair y Gerhard Schroeder.

«Quizás por eso me costó comprender la posterior reacción de Rodrigo. Yo era consciente de su decepción ante el desenlace de la sucesión y sabía que, después de tantos años de amistad, nuestra relación ya no sería la misma. Sin embargo, no esperaba que Rodrigo pusiese una distancia tan grande desde tan pronto», añade.

Explica que la constatación de que se había abierto una «brecha» fue con motivo de la primera visita que Rato realizó a España como director gerente del FMI y en la que citó a una amplia representación del mundo político y económico español. «A mi no me llamó», lamenta el expresidente del Gobierno.

Tras explicar que la relación con Mayor Oreja fue más fácil y que éste era consciente de que tenía menos posibilidades, Aznar ensalza las virtudes de Rajoy, aunque reconoce que es el menos amigo suyo y es que en los años que han trabajado juntos ninguno ha descolgado el teléfono para decirle al otro «vamos el sábado a cenar».

Sin embargo, esa falta de cercanía personal no afectaba en nada a la valoración de Aznar sobre su capacidad política ya que su intención con la elección de Rajoy, según señala, era proporcionar al Gobierno «cierta continuidad política, con tranquilidad y sin sobresaltos» y «neutralizar el ataque de la izquierda y de los nacionalismos contra el entonces previsible tercer mandato del PP».

En un contexto en el que, argumenta, Pasqual Maragall no buscaba un buen acuerdo para Cataluña sino la «confrontación con el PP y su exclusión de la vida pública», pensó que la personalidad de Rajoy era «la más adecuada».

«Si hubiese pensado que Rato iba a administrar mejor el desafío del nacionalismo, lo habría propuesto», matiza.