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El Partido Popular quiere hacer de las elecciones europeas un plebiscito sobre la continuidad de José Luis Rodríguez Zapatero en el Gobierno, mientras que el PSOE, precisamente para evitar la «consulta», ha tratado de «jugar» este partido sólo en Europa. De todos modos, Zapatero podrá conocer el nivel de desencanto de la sociedad española con la actuación del Ejecutivo, pese a que no reconocerá oficialmente que los resultados pueden extrapolarse.

Entre medias de los dos, se mueven las alianzas nacionalistas Coalición por Europa y Europa de los Pueblos, que también juegan su campaña en campo europeo y que esperan, sobre todo, mantener la presencia que ya tienen, un objetivo que comparte IU-ICV, aunque en su caso, servirá también de examen al nuevo líder de IU, Cayo Lara. Además, la formación de Rosa Díez, UPyD, pelea por conseguir su primer escaño en el Parlamento Europeo, a lo que también aspira la lista Iniciativa Internacionalista, después de que el Tribunal Constitucional revocara la decisión del Supremo de anular la candidatura por estimar que Batasuna estaba detrás de ella.

El PP no oculta que el 7-J es mucho más que unas elecciones al Parlamento Europeo, e intenta imprimir a la convocatoria un marcado carácter de política interna. Así parece verlo su presidente, Mariano Rajoy, que en sus actos no dejó de relacionar los comicios con España, y se le escucharon mensajes como que Zapatero es «un personaje muy peligroso» que lleva al país «a la ruina».

Incluso el eslogan electoral que escogió el PP -«Ahora soluciones»- deja abierta la puerta a la ambigüedad al no especificar la palabra Europa. El PSOE buscó precisamente todo lo contrario: alejar los resultados electorales de cualquier extrapolación a la política nacional; de hecho, su lema dejó bien claro hacia dónde quiere dirigir la campaña, al escoger el eslogan «Este partido se juega en Europa».

De momento, las encuestas no se decantan ni por un partido ni por otro; de hecho, el barómetro del CIS hecho público la semana pasada arrojaba un empate entre PSOE y PP (23 escaños, frente a los 25 y 24 que obtuvieron, respectivamente, hace cinco años), y sólo auguran una ligerísima ventaja para los socialistas, que se harían con el 42'8% de los votos, frente al 42'2% del PP.