El presidente del tribunal pidió veinte minutos de descanso tras escuchar el estremecedor relato de las víctimas.

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Una víctima del 11-M, Antonio Miguel Utrera, que tenía 18 cuando ocurrió la masacre, reclamó ayer «la máxima pena para los culpables y responsabilidades políticas entre los miembros del anterior Ejecutivo» por los atentados que le han dejado graves secuelas físicas y psíquicas. Además de este joven, otras cinco víctimas directas o indirectas de los atentados testificaron en la sesión de la tarde de la vigésimo sexta jornada del juicio por el 11-M.

Antonio Miguel Utrera, que viajaba en el tren que estalló a la altura de calle Téllez, hizo un estremecedor relato sobre la terrible experiencia que le tocó vivir esa mañana del 11 de marzo de 2004 cuando se dirigía a la Universidad. Una sola frase le sirvió para describir el terror que se vivió ese día: «Era como un baile de sonámbulos», destacó este joven al explicar lo que recuerda haber visto a su alrededor tras las explosiones. También declaró ayer la madre la ex mujer de dos fallecidos en el tren que explotó en la estación de Santa Eugenia, quien también reclamó «cadena perpetua» para los asesinos, responsabilidad «a los gobernantes que estaban gobernando en ese momento» y respeto para todas las víctimas.

Al igual que Antonio Miguel Utrera, Eulogio Paz, padre de Daniel Paz Manjón -hijo de Pilar Manjón-, reclamó «cadena perpetua para los que el tribunal considere asesinos de mi hijo» y también «responsabilidades políticas de los que gobernaban en aquel momento». En este sentido, Eulogio recordó que la Fundación FAES, que lidera el ex presidente del Gobierno José María Aznar, anticipó «lo que se nos venía encima» en 2003 si se producía la guerra de Irak y recalcó que el anterior jefe del Ejecutivo, en un libro que ha publicado recientemente, asegura que «la sociedad no fue consciente de la amenaza terrorista islamista», así que «lo ha dicho el propio Aznar que su gobierno tiene que asumir responsabilidades».

«Todo el mundo estaba muy triste. Nadie se miraba. Todo el mundo miraba a la nada. Era una sensación muy rara, muy rara», prosiguió Antonio Miguel, al que la onda expansiva le causó dos coágulos de sangre en el cerebro que le provocaron tres infartos cerebrales que le produjeron hemiplejía en su parte izquierda.

A causa de la hemiplejia sufre estrabismo en un ojo que le produce ver doble, según relató, y a nivel psicológico manifestó que aún toma pastillas contra la depresión, sigue visitando periódicamente al psiquiatra y «aún hay situaciones en las que mi relación con la humanidad choca».

Otro de los testigos que compareció ayer fue el marido de una mujer que resultó herida en el tren de la estación de El Pozo, quien relató cómo aquella mañana, «tras recibir una llamada de mi esposa diciendo que había habido un atentado y que bajara corriendo» a buscarla, acudió casi sin vestirse, acompañado de su hija de 16 años, a recogerla.

Recordó cómo en su camino iba encontrándose a personas heridas que le pedían ayuda, aunque «lo único que hice fue ayudar a un chico que le estaba cayendo el líquido de un extintor en la boca, porque necesitaba encontrarla, a lo que se unía la angustia de tener a mi hija de 16 años allí viendo esas imágenes».