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El homenaje a Adolfo Suárez celebrado ayer por el programa Protagonistas de Punto Radio se convirtió en un punto de reencuentro de numerosos políticos de la Transición que subrayaron la determinación y la capacidad de entendimiento del primer presidente de Gobierno de la democracia española.

En una mañana «densa y llena de emoción», en palabras de Del Olmo, amigos, políticos, periodistas y personas que asistieron como público, rindieron homenaje a la figura de Suárez, que permanece apartado de la vida pública aquejado de una demencia senil degenerativa.

Los ex ministros Rodolfo Martín Villa, Jaime Lamo de Espinosa, Alfonso Osorio, Marcelino Oreja o Rafael Calvo Ortega, el que fuera director de Gabinete de Adolfo Suárez, Alberto Aza, el ex presidente del PCE Santiago Carrillo o el dirigente de CiU Miquel Roca fueron algunos de los políticos que participaron hoy en el homenaje conducido por Luis del Olmo.

El acto, en el que Adolfo Suárez Illana, hijo de Suárez, leyó un mensaje del Rey, se prolongó desde las 9.00 a las 12.00 del mediodía.

Rodolfo Martín Villa, ministro de la Gobernación entre 1976 y 1979, destacó la calidad del ex presidente en lo personal «y su capacidad infinita para hacerse con las razones de los contrarios y distinguir entre el adversario y el enemigo». Para el sucesor de Suárez a cargo del Ejecutivo en 1981, Leopoldo Calvo Sotelo, la Transición fue una época difícil «que hizo que la actitud de muchos políticos fuera también más responsable». «Cuando se piensa en cómo se pasó del régimen franquista a una democracia parlamentaria se tiene todavía más consciencia de la deuda que tenemos hacia Suárez, que hizo todo aquello con el Rey», señaló.

Del agradecimiento a la figura de Suárez habló también Alfonso Osorio, vicepresidente segundo del Gobierno entre 1976 y 1977, quien reconoció que en esos años lo pasó «muy mal» pero, afirmó, «hoy agradezco haber participado en aquellos acontecimientos y haberlo hecho junto a Adolfo Suárez». El legado más importante de Suárez es, según Marcelino Oreja, ministro de Asuntos Exteriores entre 1976 y 1980, el mensaje que transmitió de «mirar hacia el futuro» sin volver la cabeza al rencor.