Una reunión que se prolongó por espacio de más de tres horas. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, recibió con un saludo protocolario y un gesto mucho más serio de lo habitual en él al lehendakari vasco, Juan José Ibarretxe, en La Moncloa, que estaba flanqueada por la bandera española y la ikurriña. La reunión duró tres horas y cuarenta y cinco minutos.

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No habrá negociación entre el Gobierno central y el Gobierno vasco. Ése es el primer mensaje que Zapatero dejó claro a Ibarretxe en la reunión que celebraron en La Moncloa. «Mientras Rodríguez Zapatero sea presidente del Gobierno de España, nunca se aprobará y jamás se aplicará», dijo en la posterior rueda de prensa la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. El motivo, insistió en la postura ya conocida, es que el Plan Ibarretxe es «un error, porque las cosas no se han hecho bien ni en el fondo ni en la forma».

Zapatero le dio esa salida: «Hay que volver a empezar», dijo De la Vega. Es decir, redactar una nueva propuesta que cumpla los requisitos que el Ejecutivo ha puesto a las reformas de los Estatutos de Autonomía, que no son otras que respeto al marco constitucional y un consenso entre los partidos. Ibarretxe no parece dispuesto a atender esta petición, puesto que recordó en numerosas ocasiones durante su intervención que la propuesta recibió los votos de la «mayoría absoluta del Parlamento vasco», lo que él entiende también como la «mayoría de los ciudadanos vascos».

Zapatero, estableciendo estas bases ante el lehendakari, cierra toda puerta al desarrollo del Plan, pero Ibarretxe insistió en apelar al Gobierno central «para que recapacite, porque creo que es fundamental». En caso de no abrirse este proceso, Ibarretxe se preguntó «de qué manera vamos a alcanzar acuerdos».

No quiso el lehendakari adelantar plazos, ni tampoco asegurar abiertamente que se sentirá con las manos libres para convocar la consulta una vez que el Congreso rechace su Plan, pero advirtió que «sería del todo inoportuno que a una decisión mayoritaria del Parlamento vasco se dijera, sin negociación previa por parte del Congreso, 'no'».

«Mi compromiso con el pueblo vasco es darle la palabra», insistió Ibarretxe, quien recalcó que Zapatero conoce esta posición. Incluso llegó a decir que no se puede cuestionar la posibilidad de que el presidente del Gobierno vasco consulte a sus ciudadanos. No obstante, el lehendakari se vio obligado a reconocer que no tendría posibilidad de convocar un referéndum con validez jurídica, que sería inmediatamente elevado a normativa, y que sólo podría convocar una consulta con validez política.

De la Vega recordó que Zapatero se limitó a decir al lehendakari que «sólo cabe el referéndum en los supuestos previstos en la Ley». ¿Qué haría el Gobierno para evitar esa consulta si finalmente Ibarretxe la convoca? La vicepresidenta prefirió eludir «planteamientos virtuales de cuestiones que espero que no se produzcan nunca».

Ibarretxe hizo un llamamiento a sosegar el debate político sobre su plan, porque «sobran insultos y descalificaciones». Incluso llegó a dirigirse a todos los ciudadanos españoles para asegurarles que «la propuesta aprobada en el Parlamento vasco no es para romper, es para convivir con España; no es un problema, sino una oportunidad para buscar soluciones». «No hay absolutamente nada que negociar», sentenció De la Vega.