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La policía «pinchó» los teléfonos de Jamal Zougam, uno de los supuestos autores materiales de los atentados del 11-M, desde al menos nueve meses antes de la masacre, pero la falta de traductores del dialecto árabe en el que hablaba el sospechoso hizo que se acumularan las cintas grabadas sin que nadie las tradujera.

Fuentes de la investigación explicaron que tras los atentados de Casablanca -perpetrados el 16 de mayo de 2003 y en el que murieron más de cuarenta personas, cuatro de ellas españolas-, las autoridades marroquíes alertaron a la policía de que Zougam, vinculado a algunos de los terroristas de esa masacre, se encontraba en España.

Las fuerzas de seguridad del país alauí no atribuían a Zougam ningún delito, pero aconsejaban a la policía española que le vigilaran toda vez que tenían sospechas de su presunta relación con algún responsable de los atentados de Casablanca.

De esta forma, la policía pidió a la Audiencia Nacional autorización para intervenir las comunicaciones telefónicas de Zougam, quien supuestamente, adquirió los teléfonos móviles que se colocaron en los artefactos explosivos de la masacre de Madrid.

Las fuentes precisaron que la Audiencia Nacional autorizó los «pinchazos» y, una vez comprobado que Zougam hablaba con muchos de sus interlocutores en un dialecto árabe, la policía pidió a Interior un traductor, que no fue facilitado.

Mientras tanto, las cintas grabadas gracias a estos «pinchazos» se fueron acumulando, sin que los agentes encargados de esta intervención telefónica pudieran anotar las conversaciones que mantenía Zougam. Tras el 11-M se procedió a su traducción pero no había referencias a los atentados.