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N. D. /AGENCIAS
El escudo humano y los brigadistas españoles que se han desplazado hasta Bagdad no tienen intención de volver a España a pesar del inicio de la guerra. Los brigadistas han remitido una serie de correos por vía electrónica en los que reiteran su voluntad de permanecer en el país. En estos momentos, nueve brigadistas españoles y un «escudo humano» catalán aún permanecen en Bagdad. María Teresa Tuñón, María Rosa Peñarroya, Ana María Rodríguez, Belarmino Marino, José Bielsa y Carlos Varea aseguran en su correo electrónico que los «agresores», entre los que citan al Gobierno español, «no quieren que haya testigos, dispuestos como están a usar todo su poder militar contra este pueblo a fin de aplastar cualquier posible resistencia».

Aseguran que su decisión de permanecer en Irak no es insensatez ni presunción y piden a los ciudadanos que se preocupen por la suerte del pueblo iraquí «al que hemos vinculado libremente la nuestra propia». Otros tres brigadistas de origen vasco, Imanol Tellería, Manu Fernández y Javier Barandiarán, acusaron al Gobierno de Aznar de no prestarles ayuda diplomática. «No sabemos hasta cuándo pero nos quedamos. Sin dramatismos. Es la libertad la que está en peligro, en este sucio mundo cada vez más injusto», dijeron los tres brigadistas, recordando que el riesgo que corren permaneciendo en territorio iraquí es pequeño frente al que corren los ciudadanos del país.

Otro joven español, un barcelonés de 30 años de edad, permanece también en la capital iraquí como escudo humano. El bombero de Sort (Lleida) ha comunicado vía e-mail su decisión de permanecer en la central eléctrica de Baghdad North Power Station «por lo menos hasta que me cague en los pantalones y me lleve a casa un trocito de orgullo humanitario que me ayude a vivir un poco más feliz». Los nueve brigadistas españoles «se encuentran bien y están tranquilos», tras producirse los primeros bombardeos de misiles y aviones sobre la capital iraquí, informó el Comité de Solidaridad con la Causa Àrabe.

Después de escucharse las primeras alarmas antiaéreas, los españoles descendieron al sótano refugio del alojamiento en el que se encuentran, explica el Comité. «Allí han permanecido hasta que ha vuelto la calma aérea y han subido todos a la azotea del edificio desde donde pudieron ver llamaradas de fuego y columnas de humo».