TW
0
Pedro Prieto. Enviado especial a O Grove. El voluntariado de Protección Civil de Balears que junto con Eivissa (municipios de Eivissa, Sant Antoni, Sant Josep y Santa Eulàlia) engloba agrupaciones de Mallorca (Alcúdia, Palmanyola, Pollença, Selva, Sóller, Son Servera y Calvià), tras distribuirse en tres grupos, se puso el traje de faena y comenzó a trabajar en el litoral de O Grove.

Mientras dos de estos equipos quedaban asignados a tareas logísticas -uno, en la misma base de Protección Civil del municipio; otro yendo y viniendo, controlando playas, echando una mano donde fuera menester, distribuyendo material entre los voluntarios esparcidos por todo el litoral, etc.,- el tercero, bajo la lluvia y, a falta de vestuarios o de un simple contenedor habilitado para esa función, en pleno campo cerca de donde aparcaron los coches, se metía en el traje de agua de color amarillo, por encima del que se colocaba el mono blanco, se calzaba con katiuskas negras, se cubría el rostro con la mascarilla y las manos con guantes de goma y se iba a la playa de la Bateria, zona militar en la que nos encontramos al coronel Cardona, ibicenco, de Eivissa capital, que nos dijo que salía hacia no sabemos donde, acompañado de otros jefes, a trabajar, no en «lo del fuel», pues de momento los militares, salvo unos pocos soldados, no tienen orden de limpiar el litoral.

Al poco rato de haber entrado en faena, y cuando los monos blancos comenzaban a teñirse de negro y las botas a pringarse de líquido viscoso, el desánimo comenzó a cundir entre los de Balears -aunque en ningún momento bajaron los brazos-, pues a medida que iban sacando «galletas», en ocasiones a montones, utilizando ya bien sus propias manos, ya bien improvisadas redes habilitadas con la arpillera de los sacos, observaban cómo el mar, cada vez más encabritado, arrojaba sobre la orilla y las rocas muchísimas más de las que habían logrado extraer, tanto, que al final de la jornada, que por estos pagos y en estas labores viene marcada por la pleamar, el recinto que les habían encomendado estaba, si cabe, más sucio que cuando empezaron, y eso que, como digo, extrajeron de él numerosos cubos de chapapote.

«Esto no lo quita ni Dios en cien años», comentó uno, por lo bajo. Claro que peor estaban los mallorquines de Muxía, donde la marea negra estaba entrando sin que nadie lo pudiera evitar. Y es que, tal y como están las cosas hoy en Galicia: abandono, frustración, falta de material para trabajar -aunque los de Balears llegaron con todo, incluso con cubos y sacos- creo yo que ha llegado la hora de dejarlo. Sí, como lo leen. Bajar las manos. Que voluntarios de Protección y de por libre, pescadores, mujeres de pescadores, cadetes de la academia de Marina, algunos soldados en tareas logísticas y gente de a pie, que son los únicos que están trabajando, ¡los únicos! -y en muchos sitios bastante descoordinados, y no por culpa de ellos-, se crucen de brazos, con lo cual obligarán al gobierno, sea cual fuere, a mover ficha.