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El comisario de policía Jesús García, quien inició en 1994 la investigación del 'caso Lasa-Zabala', falleció ayer durante su intervención como testigo en el juicio que se sigue en la Audiencia Nacional por el secuestro, torturas y asesinato de los presuntos etarras, lo que obligó a suspender inmediatamente la sesión.

Después de responder a las preguntas del fiscal, y mientras contestaba a las preguntas del abogado de la acusación particular Iñigo Iruín, a Jesús García se le pusieron los ojos en blanco y, tras emitir un sonido gutural, se derrumbó desmayado contra el procesado Felipe Bayo.

En los primeros momentos, Bayo hizo el «boca a boca» al testigo y su antiguo compañero el ex sargento Enrique Dorado relevó a uno de los policías que presionaba sobre el pecho del testigo para reanimarlo porque estaba agotado.

De entre el público, que quedó aturdido por el suceso, salió la hermana de José Ignacio Zabala, que se acercó para intentar ayudar ya que es odontóloga.

Se intentó administrar una medicación que contuviera «nitroglicerina» para reanimarle y todos los asistentes sacaron los medicamentos que llevaban encima por si alguno de ellos tenía este componente.

A los doce minutos llegó un equipo sanitario de urgencia del 061 (Insalud), cuyos cinco miembros intentaron la reanimación de Jesús García mediante «electrosock», respiración artificial y le abrieron varias vías para inyectarle.

Sobre la 1:10 horas, y después de casi 50 minutos de labores de reanimación, se certificó el fallecimiento del comisario, cuyo cadáver fue levantado por el juez de guardia Baltasar Garzón, que después remitirá el caso a los juzgados ordinarios de Madrid. Antes de su fallecimiento, el comisario relató que inició las investigaciones para determinar la identidad de los restos hallados en 1985 en Busot (Alicante) porque creyó que el móvil de los crímenes «era muy importante», por las 'aberrantes y salvajes' torturas a que habían sido sometidos.

«Estaban torturados, sin uñas, amordazados. Insisto en que no era un simple ajuste de cuentas, sino motivado por un asunto más importante y para sacar información», explicó. Tras conocer la existencia de los cadáveres, llevó a cabo diversas gestiones que le hicieron sospechar que se trataba de Lasa y Zabala, quienes desaparecieron en Bayona (Francia) en 1983.