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El deterioro en el estado de la salud mental de Augusto Pinochet ha sido, según apuntan los analistas, el factor determinante que «ha inclinado» al ministro británico del Interior, Jack Straw, a denegar la extradición del general a España. En Londres se ha producido una fuerte polémica sobre los informes médicos en los que se ha basado Straw para inclinarse a rechazar la extradición del general; informes que, según reconoció el propio ministro, podrían no llegar a conocerse nunca públicamente.

En declaraciones a la emisora de radio BBC, el ministro defendió ayer el secreto y afirmó que «es muy poco usual» que se den a conocer públicamente los resultados de pruebas médicas. Los partidarios de Pinochet aseguran que el dictador padece diversas dolencias, entre ellas diabetes y depresión, problemas coronarios y renales.

El ministro británico no ha querido precisar la naturaleza de las enfermedades de Pinochet. No obstante, en su intervención del pasado miércoles en la Cámara de los Comunes pareció indicar que le preocupa más la salud mental del senador vitalicio que la física.

Interrogado por los diputados, el ministro Jack Straw subrayó que antes de decidir sobre la salud del general tuvo en cuenta «si el senador estaría en condiciones de seguir el procedimiento, si podría dar instrucciones inteligibles a sus representantes y si podría emitir una declaración coherente sobre su propio caso y sus recuerdos».

El periódico «The Guardian» aseguró ayer que Straw dio su aprobación personal para el retorno del general a su país «después de que el ex dictador diera signos de senilidad» durante los exámenes médicos que se le practicaron el pasado día 5.

Mientras, Amnistía Internacional, junto con otras organizaciones pro-derechos humanos, retó ayer al ministro Straw a que ordene un nuevo examen médico a Pinochet, pero de carácter público.