Los Reyes presidieron la misa privada en honor de la condesa de Barcelona. Foto: EFE

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Miles de personas se acercaron ayer al Palacio Real, donde se instaló la capilla ardiente de la Condesa de Barcelona, para darle un último adiós antes su entierro, que se celebrará hoy en El Escorial. Inicialmente estaba previsto que el cierre se produjera a las siete de la tarde, pero a esa hora se contaban por miles los ciudadanos que esperaban en las inmediaciones del palacio Real, formadas en una larguísima hilera, lo que hizo posponer el cierre de la capilla ardiente hasta las once de la noche. La fila arrancaba frente al Teatro Real, recorría las calles de Carlos III, Vergara y Lepanto, atravesaba la Plaza de Oriente y, por el patio de la Armería, entraba en las largas galerías que, dentro de palacio, conducen a la Capilla Real. Fuentes de Patrimonio Nacional estimaban que, desde las once de la mañana en que se abrió la capilla al público, había desfilado una media de 1.500 personas por hora ante el féretro.

Las bajas temperaturas, que oscilaron entre los cero grados y los dos bajo cero en esta zona de Madrid, no arrendraron a los miles de ciudadanos, desde niños hasta ancianos, que aguardaron durante horas su turno para despedir a la madre del Rey. A lo largo del día la Familia Real siguió recibiendo telegramas de condolencia por la repentina muerte de María de las Mercedes de Borbón y Orleans. La madre del Rey falleció el domingo a las tres de la tarde de una parada cardiorespiratoria. Aunque se encontraba algo resfriada, no presentaba ningún síntoma que hiciera presagiar su fallecimiento.