Imagen del guionista, director de cine y productor Rodolfo Montero. | R.L.

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'La Sociedad de la Soledad’ es el nombre que recibe el último documental del director de cine, guionista y productor Rodolfo Montero, con el que ofrece una visión amplia de la cuestión. El ganador de dos Premios Goya presentará el trabajo audiovisual el próximo 14 de enero en el Palacio de Congresos de Palma.

Su trabajo pretende plasmar las vidas de personas que se sienten solas.
—A grandes rasgos intenta hacer una reflexión poliédrica de lo que entendemos muchos que es la pandemia del siglo XXI, que es la soledad no deseada. Todo ello desde un prisma esperanzador, desde testimonios reales, que se han expresado con toda su sinceridad de lo que significa la soledad.

¿Cómo son sus realidades?
—Pues son bien diversas, porque uno cuando se mete en un tema para hacer un documental aprende muchas cosas que antes desconocía. He aprendido que la soledad no es una cosa de la vejez, sino que está en todos los estratos de la sociedad y en todas las generaciones.

Se suele asociar con la tercera edad.
—Aquellos que pensamos que están más solos, los mayores, son más fuertes a la hora de gestionar su soledad y, en cambio, los jóvenes son más vulnerables. De los 16 a los 30 son edades donde la soledad puede generar escenarios muy angustiosos que desencadenen en desde una depresión hasta el suicidio.

¿Cómo muestra esa soledad en la juventud?
—Hay varios casos, está el de una joven que ha tenido problemas de alimentación, entrando y saliendo de centros de recuperación. También está el de un chico que por un desaire amoroso entró en una depresión y lo pasó muy mal. En general, el documental nos enseña a ponernos en los zapatos de los demás y empatizar con sus problemas.

¿Qué otras narrativas hay?
—Otro de los protagonistas tiene una minusvalía física, que le ha obligado a luchar mucho para encontrar un espacio en el ámbito social y profesional. Otro es un hombre mayor que vive en la España vaciada, que visualmente trasmite mucha soledad, pero luego tiene una serie de herramientas que le permiten estar muy activo. Hay un testimonio magnífico de una mujer africana que huyó de su país con su hijo con parálisis cerebral. Llegó a España y luchó para que el niño tuviera una vida digna. Ahora él ha fallecido y ella ayuda desde España a mujeres de su país con situaciones parecidas.

¿Por qué escogió este tema?
—Lo escogí porque tengo una relación muy estrecha con lo social desde siempre y también con la Fundación Viofácil, impulsora del documental. La asociación se dedica a estos problemas y me propuso hacer el trabajo. Fue una sugerencia y tengo que decir que hemos sido muy libres a la hora de expresarlo en imágenes; lo que nos ha permitido empatizar mucho con la asociación y los personajes que deambulan por el documental.

Habla de este fenómeno como la «pandemia del siglo XXI».
—Yo creo que sí lo es. Mi teoría es que nuestras sociedades son cada vez más competitivas e individualistas, lo que hace de caldo de cultivo para que también sean más solitarias y menos comunicadas. Además, se añade el componente de que todos los seres humanos tenemos siempre la sensación de que no somos suficiente y no alcanzamos del todo el éxito y acabamos paliando esa angustia con consumo, la gran religión de la sociedad actual.

Podría decirse que su cine es social.
—Como me enseñó mi maestro, Mario Camus, los cineastas tenemos una responsabilidad social sobre qué contamos y cómo lo contamos. Esa responsabilidad me ha hecho huir del entretenimiento. Creo que hay que hacer un poco de contrapeso de ese lenguaje audiovisual. Los más fatuo, los formatos televisivos y de cine de entretenimiento tienen grandes picos de acogida. En cambio, las cosas más sesudas, que nos hacen pensar no se encuentran. La basura te la regalan y las cosas que te hacen bien muchas veces no se encuentran y, si lo haces, se tiene que pagar por ello.

¿Qué otros temas le gustaría abordar en el futuro?
—En estos momentos estoy con un trabajo ya rodado en su mayoría sobre la hemofilia, que afecta a un colectivo muy desconocido. Son personas que sufren mucho, padecen coágulos y pierden sangre, llegando incluso a perder extremidades. También quiero abordarlo desde la esperanza, ya que gracias a las investigaciones actuales su situación ha mejorado considerablemente. Además, estoy con otro documental, ‘El campo de batalla’, para dar visibilidad a los agricultores de España.

¿Cómo es trabajar con colectivos tan diversos?
—Hay que ir con mucha sinceridad y ninguna imposición. Lo que al principio aturde mucho, que es la cámara, al final se diluye. Se respeta a quién no quiera hablar y se escucha a quién sí quiere. Hay mucho agradecimiento, porque sacamos del anonimato temas invisibles.