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La canción No puedo vivir sin ti, de Coque Malla, cobró ayer más sentido que nunca: «Me dijiste que te irías pero llevas en mi casa toda la vida. Sé que no te irás, tú no te irás». Nunca se fueron y Mallorca se ha convertido en una Isla tensionada por la masificación turística, donde vivir es hoy un lujo y no un derecho básico. El modelo turístico ya no funciona y por eso 10.000 almas salieron a manifestarse para exigir un cambio necesario.

¿Se imaginan tener que coger las maletas, dejar la casa donde uno o una ha vivido toda su vida o ver que donde había una frutería, que regentaba aquella vecina, ahora hay una panadería «de especialidad», llevada por ingleses, alemanes o suecos, con precios duplicados? Esta pregunta la escuché y la leí durante el recorrido. Una aproximación impecable de un escenario que está amenazando este gran paraíso balear. El mundo ayer supo que en estas Islas también hay problemas. Los medios internacionales se hicieron eco de la masiva manifestación. Histórica. Es necesario que la crisis habitacional traspase las fronteras.

Algunos salieron a la calle con performances muy oportunas, como una parodia a la inmobiliaria Engel & Völkers, pero escribiéndolo como Helgen & Kölbergs. Pero tampoco pasaron desapercibidos los extranjeros (reales) en la movilización contra el turismo de masas y la vida encarecida en este paraíso. Gudrun es una mujer alemana que hace un año y medio que viven en Sineu, está jubilada y también sufre las consecuencias de la masificación. «Los precios suben, el tráfico es horroroso», expresó a este diario. Aunque reconoció que el modus operandi de comprar viviendas y dejarlas vacías «es algo habitual».

Y qué iba a decir. No fue la única extranjera, pero al menos se mostró preocupada por el ciudadano con cuyo salario no puede permitirse un piso ni un alquiler. Algunos franceses o ingleses se dejaron ver entre la multitud. Un periodista internacional levantó un cartel que ponía: «¿Alguien que hable francés?». No hay que olvidar que el extranjero lleva décadas en la Isla, posiblemente se ha integrado más que nadie y sus acciones son muy justas y buenas. Pero eso no justifica, o así quedó claro, que todo valga. Las generaciones más jóvenes son, y serán, víctimas de este turismo que lleva décadas llevando al límite todo el Archipiélago.