Alba Mayans posa el el interior de su cafetería, ubicada en Eusebi Estada. | M. À. Cañellas

TW
43

Ser emprendedor o emprendedora es posible. De hecho, ganas no faltan, aunque existe un obstáculo importante: ser autónomo en España. Y más cuando nos referimos al sector de la hostelería. Esta es la radiografía que hace gran parte de los empresarios. Sacar adelante un negocio en este país, a veces, no es tan rentable como parece. Pero a pesar de todo, y con esfuerzo, se puede desarrollar un proyecto bonito y la recompensa palia toda la rabia y frustración que puede haber tras las facturas, los números y la burocracia en general.

Ella se llama Alba Mayans, tiene 29 años y hace casi tres años que dejó su trabajo como profesora de inglés para abrir, en solitario, una cafetería. «Sentía que me faltaba algo y por eso me saqué un grado medio de cocina. Me especialicé en repostería y panadería», explica. Sin embargo, no esperaba que, pocos meses después de acabar la formación, encontrara un local en Palma y empezara así su proyecto:la Cafetería Anoia.

Según su experiencia, «nadie te prepara a nivel académico a cómo emprender. Todo lo que aprendí fue gracias a los consejos de otros emprendedores. Abrí en diciembre y hace poco cerré mi primer trimestre. He tenido que saber cómo contratar a personas, pagar la Seguridad Social y me di cuenta que no es fácil, y menos sin ayuda», confiesa Alba. De los errores, dice, «he aprendido mucho». Pero ante todo intenta no frustrarse, ser honesta con su plan de negocio y agradecer la familia y amigos que le han estado, hasta la fecha, echándole una mano.

Noticias relacionadas

Ser autónoma

«Mientras hacía cuentas de mi primer trimestre, pensaba    que cómo es posible que Hacienda se quede un 20 % de todo mi esfuerzo. Eso me dio mucha rabia. En España, es frustrante ser autónoma y pagar tanto dinero. En vez de premiar el mérito, lo hacen más complicado. Porque la cuota la pagas trabajes o no. De hecho tengo miedo a ponerme enferma porque si me pasa, ese día tendré que cerrar».

Así lo expresa Alba, un sentimiento que se repite en más empresarios como ella que ven el coste que tiene sacar adelante un negocio. Porque no solo es sacrifico, sino también es dinero: pagar por todo, según valora esta joven empresaria.

Cuando adquirió el local, aprendió su primera gran lección. Asegura que se sintió hasta incluso «mareada» por parte de las instituciones, que la derivaban de administración en administración sin apenas aclarar sus dudas. Por suerte, ya tenía un plan de negocio perfilado, pero realmente cuando aprendió fue una vez empezó a reformar el local y, posteriormente, tras inagurarlo: «He tenido la suerte de que mis amigos y familiares me ayudaran con la reforma. Fueron casi tres meses. Todo es carísimo, y encima estoy sola en este negocio», explica la antigua profesora de inglés.

Otro de los miedos que se ha encontrado por el camino es la opinión de la gente. «Me llegaron a decir que no emprendiera, que era muy sacrificado y que no sabía donde me metía. Pero yo sentía que tenía que hacerlo, era un instinto. Y sí, es un sacrificio, pero ese sacrificio me recompensa. Durante los primeros meses de trabajo, si mis amigos querían verme sabían que solo podía ser si me acompañaban a comprar», recuerda con humor. Pero a pesar de que hoy se ría, Alba ha tenido que renunciar a la tranquilidad que le daba dedicarse a la docencia por un negocio que, pese a los problemas, dificultades en el camino, es un sueño cumplido.