Francina Armengol saluda a militantes socialistas a las puertas de la sede del PSOE en la calle Ferraz.

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Decida lo que decida Pedro Sánchez –seguir como si nada hubiera pasado, convocar una cuestión de confianza, seguir y convocar elecciones para julio o irse y dejar el barco en otras manos– el tablero político en España habrá recibido una profunda sacudida, un latigazo interno que ha descolocado las piezas y que deja en juego una nueva partida que obliga a pensar en una nueva estrategia. Hemos cambiado de pantalla, que se diría ahora, por mucho que las palabras de algunos dirigentes del PP den a entender que todo sigue igual y que esta impostura del presidente no le redime porque la caza sigue viva y sin reparar en los medios.

Los socialistas se han movilizado todo este fin de semana para pedirle a Sánchez que reflexione, sí, pero que al final se quede. El problema es que un presidente no puede hacer un anuncio de la naturaleza del que hizo el jueves y volver el lunes a su despacho como si tal cosa a decir que nada cambia. Algo tiene que pasar hoy.    Y ese algo tiene alarmados a los socialistas, incluidos los de Baleares. La opción menos drástica sería que Pedro Sánchez anuncie que convoca una cuestión de confianza –que ganará–, pero incluso si ese es el final de este drama político, Sánchez ya ha lanzando un mensaje involuntario: está de retirada. Algo se ha quebrado en el hombre de acero y su quiebra arrastra al resto del partido.

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Baleares fue una de las primeras comunidades que apoyó a Sánchez y, pesar del aquel pequeño titubeo con Patxi López, Francina Armengol ha sido una de las baronesas que ha demostrado una mayor fidelidad al presidente. Si él cae, ¿caerá Armengol? La respuesta es no. A la espera de ver qué pasa –que no pase nada no es un escenario creíble a estas alturas– Francina Armengol seguirá siendo la presidenta del Congreso si no hay elecciones y seguirá siendo la candidata socialista en el caso de que las haya en julio. Si esta última es la opción, unas elecciones –algo que parece tan improbable como que hoy no pase nada– le tocará hacer campaña en un mal escenario, con las comisiones del ‘caso Koldo’ y una investigación judicial abierta, pero eso no la deslegitima a los ojos de los suyos. Puede que pierda votos –según cómo se plantee la campaña–, pero para el PSIB sigue siendo la mejor candidata y eso no lo pone en duda nadie en el partido. Otra cosa es que siga sin poder capitalizar los votos perdidos a su izquierda, algo que tampoco conseguirá en julio si este lunes llegamos a un improbable anuncio electoral.

Pero quizá el mensaje más importante que se esconde tras ese sonoro silencio de Pedro Sánchez es el que ha situado al PSOE al borde del abismo de la sucesión, incluso en la hipótesis de que el presidente decida seguir en el cargo. Ahora sabemos que, para él, irse sí es una opción. Es decir, en algún momento no estará y habrá que empezar a pensar en qué harán entonces los socialistas. Esa sucesión es el enorme elefante en la habitación socialista, también en el caso de Francina Armengol. Está ahí, grande y pesado, molesto e incómodo, es difícil no chocar con él al moverse por la sede o para hacer política, pero nadie habla de ello porque todos aparentan no verlo. Y mucho menos ahora, con el caso Koldo de por medio.