David Ginard, profesor de Història Contemporània en la UIB, sostiene el libro en el claustro del edificio Ramon Llull, en el campus universitario. | M. À. Cañellas -

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David Ginard, profesor titular de Història Contemporània en la UIB, es el coordinador y uno de los autores de La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Suports i resistències, libro editado por Documenta Balear y que será presentado este viernes a las 19.00 horas en Ca n’Oleo, en Palma.

El libro recoge doce trabajos de trece autores cuyo origen se encuentra en las IV Jornades d’Història del Moviment Obrer, organizadas por la Universitat.

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Ginard explica que «la dictadura de Miguel Primo de Rivera es uno de los temas más inéditos de la historiografía mallorquina sobre el siglo XX, más centrada en la II República, la Guerra Civil y el franquismo. La duración y la dureza de la dictadura franquista han dejado un tanto abandonada, desde el punto historiográfico, la de Primo de Rivera. Aunque se ha tratado de dar una idea un tanto benévola de este régimen, tuvo unos perfiles nada amables e intensificó las tensiones políticas, sociales y territoriales. Fue un régimen rígidamente centralista que siguió la tradición intervencionista del Ejército, pero en lugar de limitarse a actuar como en los pronunciamientos del siglo XIX, en esta ocasión Primo de Rivera dio un golpe de Estado para ocupar el Gobierno».

La contemporaneidad con Mussolini obliga a establecer posibles paralelismos. En este sentido, Ginard señala que «Primo de Rivera expresó su admiración por Mussolini y tanto España como Italia configuraron sus cúpulas de poder con un rey y un dictador. De hecho, Alfonso XIII se refería a Primo de Rivera como mi Mussolini. Sin embargo, hubo una diferencia importante con las dictaduras italiana, alemana y la posterior de Franco en España, que se construyeron en torno a un partido de régimen. Con Primo de Rivera se creó la Unión Patriótica, pero no acabó de ser un partido político, sino una manera de articular los sectores que apoyaban al dictador. De este modo, no hubo una disolución formal de los partidos políticos y la Constitución de 1876 fue suspendida, no abolida. Inicialmente, Primo de Rivera no tenía intención de mantenerse en el poder. Dicho esto, no fue un régimen inocuo. Era autoritario y represivo. Se impuso la censura y hubo detenidos, encarcelados y exiliados, aunque sin llegar a la crueldad franquista».

El historiador indica que «Primo de Rivera disolvió la Mancomunitat de Catalunya e impuso un arrinconamiento de lenguas y banderas regionales, pero actuó más contundentemente contra las señas de identidad catalanas, ligadas al nacionalismo, que contra las gallegas, vascas o baleares, con las que se mostró más permisivo. No hay que olvidar que bajo la dictadura de Primo de Rivera se inauguró la estatua de Jaume I en Palma y se celebró el 700 aniversario de la Conquesta, pero dándole un enfoque españolista. Se celebró con banderas españolas que Mallorca se incorporó en 1229 a la Cristiandad y a lo que será España».

Pese a las características del régimen, no faltó la oposición. Según Ginard, «en Baleares hubo una media de cinco huelgas cada año. Fue de las provincias con más protestas laborales, que sólo fueron prohibidas si tenían un componente político. Aun así, la oposición fue muy débil al principio antes las medidas de orden público. Posteriormente, se consolidó la colaboración con los socialistas, reflejada en la inauguración de la Casa del Pueblo en 1924 y la constitución de la UGT-Mallorca en 1925. Hubo una mayor represión contra comunistas y anarquistas, con detenciones y el paso a la clandestinidad».