El estudio ‘Matrimonios en España’ concluye que mientras más ingresos, más tendencia hacia un rito civil, y no tan religioso. | Andrea Villalonga

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Una boda ya no se concibe como un momento de unión entre dos personas ante los ojos de Dios. Ahora son cada vez más exclusivas, menos religiosas y más caras. El 89 % de las ceremonias en Baleares son civiles, ocho puntos por encima de la media nacional. Esta predilección tan fuerte por el rito civil no es nueva, al menos en este territorio: esta comunidad autónoma lleva aproximadamente una década mostrando una de las diferencias porcentuales más acentuadas de todo el país entre matrimonios civiles y religiosos, según un estudio de la escuela de negocios TBS Education-Barcelona.

Si bien es cierto que cada vez se está experimentando un decrecimiento de las bodas religiosas –en Baleares suponen el 11%–, una de las razones que convierte a esta comunidad entre las más reticentes al rito religioso es el PIB per capita, según expertos de este estudio.

En los últimos años, islas como Mallorca han tenido un notable interés entre extranjeros que buscan casarse en las fincas más selectivas del territorio, hasta tal punto que representan la mayoría de clientes de este tipo de ceremonias.

Clara Brunet, fundadora de Brunette Caravan, ha sido testigo del auge, a pesar de que su principal target sigue siendo local: «Es la fiesta que impera más, y una de las razones es que buscan la diferencia. Ven Mallorca como un destino exótico, por llamarlo de alguna manera, pero aparte apuestan por la escena, como algo impresionante, como una foto para redes sociales». Las redes, como precisa Brunet, se han implantado como algo esencial entre este tipo de fiestas. Hoy una boda sería una foto de Instagram.

Clara Brunet, fundadora de Brunette Caravan.

El reciente estudio Matrimonios en España, de TBS Education-Barcelona, concluye que «mientras más ingresos, más tendencia hacia un rito civil». Esta tónica es la que, principalmente, se vive en Baleares y preocupa al sector de eventos: «Hoy en día, casarse es un lujo porque creo que no está al alcance de todo el mundo. En mi caso, esto me provoca sentimientos encontrados. Hay veces en que he intentado garantizar unas calidades por precios inferiores y no puedo. Y entiendo el esfuerzo que hace mucha gente pero, según este mercado, no es posible ofrecer nada por menos valor», lamenta. No solo Clara Brunet conoce de primera mano esta situación, sino que prácticamente el sector maneja los mismos sentimientos, cantidades económicas y trabajan en este tipo de bodas.

Tiempo de espera

A pesar de que cada vez la gente en España se casa menos, en comparación otros países de la Unión Europea –de hecho, este país tiene las ratios de casamientos más bajas–, una pareja puede tardar hasta un año y medio hasta tener disponible una finca en Mallorca. «Aunque los matrimonios están en auge, las ratios son bajas debido al descenso de la población», destaca el doctor Edgar Sánchez dentro del estudio.

En este tipo de bodas, puede haber hasta 10 profesionales de diferentes sectores trabajando para un mismo evento. Los precios, según ha podido adelantar Clara Brunet, pueden ser superiores a 400 euros por persona, dependiendo del número de invitados.

Por eso, todo apunta a que la moda que impera en este tipo de bodas hace que el tiempo de espera sea tan largo, porque a pesar de ser un colectivo minoritario –extranjeros principalmente, con poder adquisitivo superior a la media–, llenan las reservas en possessions o fincas mallorquinas: «Sin duda, es muy complicado coger cita. Ha habido un boom y cada vez habrá más. Tengo clientes que en 2023 me pedían para casarse en 2025», comenta, sorprendida, Brunet, quien lleva ocho años en este sector.

Lo que explican expertas como ella, u otras consultadas por este periódico, es que si antes una boda era sinónimo de ceremonia familiar y religiosa, ya se concibe como algo totalmente distinto: fiesta, imagen y contra más espectacular sea el formato, y más diferente, mejor.