Carolina Rodríguez, en una imagen tomada en Son Rossinyol, en Palma, antes de la entrevista. | Jaume Morey

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Carolina Rodríguez (Mataró, 1976) es desde hace unas semanas la decana territorial del Col·legi Oficial d’Enginyers de Forests de les Illes Balears. Aunque nacida en Catalunya, Rodríguez ya presenta una larga trayectoria en gestión forestal en Baleares.

Es la primera decana territorial en un ámbito profesional muy masculinizado.
—No le daría mucha importancia. Es verdad que el 90 % de mis compañeros son hombres, pero cada vez hay más ingenieras forestales. En el Col·legi d’Enginyers Tècnics Forestals hay otra decana territorial, Maria Pol.

¿Cuáles serán sus líneas de actuación?
—Dar a conocer nuestra profesión. En Baleares no existe el grado universitario de ingeniería forestal y ello hace que nuestra profesión sea más desconocida. Sin embargo, tiene que haber profesionales suficientes para los relevos generacionales. Una idea es divulgar nuestro trabajo en los centros educativos.

¿No preocupan especialmente los efectos de la borrasca Juliette, de hace más de un año? En algunas zonas, sus efectos han sido devastadores.
—Las plantas son resistentes y el bosque siempre rebrota, con excepción de los pinos que han quedado descabezados. El problema a corto y medio plazo son todas esas ramas que han quedado por el suelo como combustible para un posible gran incendio. El verano pasado, meses después de Juliette, la verdad es que la situación daba mucho miedo. A largo plazo, toda esa vegetación irá pudriéndose e incorporándose al suelo.

En cualquier caso, limpiar de vegetación todas las zonas afectadas será imposible.
—En efecto, no se puede gestionar todo. En general, los propietarios privados pueden limpiar los caminos y las zonas más accesibles, pero no tienen recursos para hacerlo en las zonas más alejadas. Cuando la naturaleza se pone destructiva, es imparable. Es verdad que los efectos de Juliette pueden hacer que un incendio sea más peligroso y virulento, pero el riesgo de un gran incedio forestal existe siempre, con o sin Juliette.

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Luis Berbiela, exjefe jubilado del Servei de Gestió Forestal, siempre decía que ‘si llueve, malo, porque habrá más vegetación, y si no llueve, también malo, porque la ya existente estará más seca’.
—Comparto la frase. Otra frase es la llamada paradoja de la extinción: si somos buenos apagando fuegos, dejamos más combustible para el próximo incendio. Por ello es tan importante la gestión forestal, pública y privada, y ayudar a los propietarios con medidas como subvencionar la compra de maquinaria o facilitarles que el ganado pueda pastar en el bosque. Los resultados del ganado siempre serán mucho mejores que la acción de peones forestales. El problema es que invertir en el bosque es muy caro y no ofrece rentabilidad.

Siempre se habla de recuperar o promocionar algunas actividades forestales.
—Hay algunas actividades que podrían ser viables, como la producción de biomasa para calefacción, resinas, teas, setas y madera en general, pero su rentabilidad es complicada. No hay una economía local que demande esos productos, cuando un mueble de madera importado sale más barato que uno producido aquí. Cuando el bosque era rentable para producir carbón, cal o madera, había gestión y no se producían incendios. Sin embargo, el bosque tiene un gran valor como paisaje, hábitat de biodiversidad y espacio que absorbe carbono, filtra agua a los acuíferos y retiene el suelo. Sus beneficios naturales y sociales son importantísimos.

Sin ánimo de ser gafe, llevamos unos años muy buenos en incendios forestales en Baleares, mientras todo el Mediterráneo ardía.
—Intervienen diversos factores. Creo que el mensaje de no hacer fuego en verano y no cometer imprudencias ha calado en la sociedad balear. También hay que decir que nuestro dispositivo de prevención y extinción es pequeño, pero contundente y efectivo en un territorio también pequeño. Ante cualquier aviso, su capacidad de intervención es rápida, de unos minutos. El número de incendios o conatos -inferiores a una hectárea-no ha disminuido, pero sí lo ha hecho la superficie afectada. Y por qué no decirlo, también hemos tenido un poco de suerte.

Aparecen nuevos propietarios de fincas forestales a los que sólo les interesan las casas y el confort de sus entornos inmediatos.
—Hay de todo. Para mí, la diferenciación sería entre los propietarios que se sienten vinculados a la tierra y otros a los que no les interesa tanto.

Curiosamente, no hay recursos para gestionar el bosque, pero hay más masa forestal que hace unas décadas.
—Un 45 % de la superficie balear es forestal y de ésta, más de la mitad es arbolada. En 50 años se ha duplicado la masa forestal. Hace siglos que no teníamos tanta como ahora. El mundo se está deforestando, pero los países más desarrollados están ganando masa boscosa. Por el abandono de la actividad agraria, estamos viendo cómo se desarrollan bosques jóvenes, precisamente de unos 50 años.

¿Por qué tiene tan mala fama el pino?
—Es una especie más, con la característica de formar bosques rápidamente en zonas donde otras especies lo tendrían mucho más difícil. El pinar absorbe carbono y se regenera muy rápidamente si los incendios no son muy reiterativos. En un pinar adulto puede haber unos 800 árboles por hectárea, pero por regeneración natural puede llegar a haber 20.000. Tal vez su mala fama es por su rápida capacidad para ocupar terreno, pero reitero que tenemos pinar en zonas donde difícilmente podría crecer otro tipo de bosque.