Un bebé recién nacido durmiendo en la cuna. | Javier

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En un mundo de personas cortadas por el mismo patrón un recién nacido debería dormir unas 15 horas cada día; un niño de 5 años tendría que dormir unas 12; uno de 10, 10 horas y un adolescente unas 9. Sin embargo cada persona es única con sus circunstancias y el sueño, tan importante para el correcto funcionamiento de la salud y del día a día, no es una ciencia exacta.

Aún teniendo en cuenta las particularidades de cada uno, en el Día Mundial de Sueño, recuerdan que se estima que el 30 % de los niños menores de 5 años presentan problemas o alteraciones para dormir y eso que sólo el 20 % de los padres preocupados por este asunto termina por consultarlo con un especialista.

Clínica Rotger abrió en enero una consulta específica de sueño infantil en la que la pediatra Olga Cadevall ofrece información y pautas para la prevención y el abordaje de las dificultades de los hijos para dormir. Y es que una mala calidad del sueño afecta a la salud de quien la padece en todos los ámbitos, «está más estresado y dificulta su aprendizaje», señala. «No está atento, ni activo. Las defensas además trabajan peor y se es más propenso a las infecciones», explica la especialista. En su consulta plantea un abordaje integral: desde una exploración física del niño para descartar patologías asociadas a medidas complementarias para prescribir un tratamiento o derivar a otros profesionales.

La gran mayoría de los casos están relacionados con problemas de rutinas. En este sentido es importante conocer qué hace el niño durante el día, «mirar si hacen ejercicio, actividades, qué comen y cuándo, la exposición al sol... El cuerpo es un conjunto de relojes y están interconectados», señala la doctora Cadevall.

Pero «hay que buscar con cariño también para descartar», añade. «Por ejemplo un niño obeso puede tener obstrucciones y dormir de forma entrecortada... También pueden tener apneas como un adulto», señala. Lo habitual en un bebé o un niño es que al dormir, tenga una respiración silenciosa. «Si roncan o se despiertan sudando hay que investigarlo porque puede tener una patología».

La doctora Cadevall considera que en los casos de recién nacidos es necesario informar mejor a las familias «para que las expectativas sean más ajustadas». Por un lado, dice, muchos padres asumen que toca dormir mal «pero hay que saber qué rutinas y horarios cambiar y adaptarse al nuevo ritmo». Ni un bebé de seis meses tiene por qué dormir toda la noche, ni es bueno acostumbrarles a que les duerma un adulto. «El trabajo no es dormir al niño sino que se relaje para que él mismo pueda. Cuanto más complicado sea el ritual presueño más difícil será mantenerlo en el tiempo». En su consulta trabaja esta reconducción, algo que frente a los nuevos gurús de las redes, defiende desde la profesionalidad de la pediatría.