Antoni Mir y Harouna Garba, durante la presentación de su asociación. | Teresa Ayuga

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La historia de Antoni Mir, de Palma, y Harouna Garba, de Togo, comenzó en 2003. Antoni era miembro del proyecto valenciano Xabec, para acoger a inmigrantes sin papeles y ayudarles a su integración, y Harouna era en ese momento inmigrante. Con los años, esta amistad se ha forjado hasta emprender juntos un proyecto cooperativo.

Hace dos años que dieron luz a la asociación My Avenire con la que han construido un centro en Togo para acoger a niños huérfanos y darles una educación en el territorio «a fin de evitar que quieran salir en patera». Ambos presentaron ayer el proyecto en CaixaBank. El objetivo es que los ciudadanos puedan apadrinar a 25 niños que hay en el centro a través de donaciones.

El centro de momento es pequeño, pero tienen pensado construir «hasta 20 colegios». Según Harouna «Togo es un país donde no hay nada. No supimos cuántos huérfanos había hasta que empezamos a construir el centro. Ellos mismos se nos acercaron».

Harouna Garba es informático del proyecto Xabec, que pertenece a la Fundación Eifor, que impulsó, entre otros, el mallorquín Antoni Mir. Harouna lleva en Valencia 20 años, después de que lo trasladaran hasta aquí los servicios humanitarios tras su llegada en patera a Fuerteventura. «Yo he tenido suerte, pero mucha gente que viaja en patera se queda por el camino», explica.

Su historia es de superación. Con ocho años se quedó huérfano. A los pocos años, se marchó a Ghana con su abuela. A los doce, quiso emprender su camino solo. Cruzó prácticamente los desiertos de Burkina Faso, Mali, Senegal y Mauritania. Desde allí, se fue a Marruecos, país que le acogió durante tres años y donde aprendió los oficios de peluquería y zapatero.

Él ha sido víctima de las familias de las pateras hasta en dos ocasiones. «Cada viaje que pagaba costaba 2.000 euros, pero lo que hacían era quedárse con mi dinero sin que pudiese salir. Al final aprendí a que allí te espabilas y no te distorsionan si eres malo como ellos. La tercera vez que pagué para irme, sí me subí a la patera. En esos países, las familias delinquen. Pero si no eres cabrón, te timarán», destaca.

Su travesía tenía que durar pocas horas, hasta llegar a las Islas Canarias, pero duró casi 24 horas. En la lancha eran 34 personas, de la que solo sobrevivieron 17, entre ellos Harouna, según dice. Cuando apenas estaban a 10 km de distancia de la costa de Fuerteventura, la patera chocó contra roca debido a la marea y los que sobrevivieron estuvieron durante seis horas en el agua, a la espera de ser rescatados por la Guardia Civil. «Al poco me trasladé a Valencia. Allí aprendí el castellano y empecé a formarme y a trabajar. Conocí a Antoni en el proyecto Xabec. Ahí empezó todo», destaca Harouna con orgullo. Hoy está casado y tiene tres hijos.

Una de sus ideas es inculcar a las nuevas generaciones africanas que «Europa no es Hollywood. Las mafias de las pateras circulan de que fuera encontrarán trabajo el primer día y no es verdad. Se lo venden así a los jóvenes y por eso quieren salir. Vienen engañados porque al llegar, se dan cuenta de que no tendrán trabajo ni papeles», expone Harouna, concienciado con esta problemática.

Este togolés asegura que ha tenido que vender su coche y algunas cosas de casa para conseguir dinero y hacer el proyecto de Togo realidad. Antoni también ha contribuido económicamente. Contabilizan que con 32 euros al mes de la gente que apadrine a un niño, pueden dar comida y ofrecer escuelas durante todo un año.