El autor del libro, Gabriel Barceló. | Pere Bota

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Gabriel Barceló (Vilafranca de Bonany, 1986) es educador social, pedagogo y doctor en Educació por la Universitat de les Illes Balears (UIB). Acaba de publicar Cultura i pràctiques escolars a la Mallorca de postguerra (1938-1949), donde revisa ciertos tópicos de ese oscuro momento.

Disciplina, patriotismo, nacionalcatolicismo y todo en castellano. ¿Hasta qué punto es real esta visión de la educación franquista?
— La memoria social que tenemos está ligada a ideas preconcebidas, que en su mayoría son ciertas, como la imposición de una simbología, la abolición de cualquier tipo de bilingüismo o los castigos físicos. Pero también podemos hablar de ideas preconcebidas del periodo republicano, donde no había tanta coeducación, como se ha dicho. Se pegaba a los alumnos y la escuela no era tan laica como se piensa porque muchos profesores religiosos mostraron reticencias. La república era la panacea a nivel teórico, por su legislación, pero como en todo hay una escala de grises.

«Educaron a los futuros ciudadanos de un estado dictatorial, pero algunos lo hicieron con buena praxis», dice. ¿Hasta qué punto?
— La enseñanza militarista y nacionalcatólica se daba, pero con fórmulas innovadoras europeístas, como Montessori, Decroly o Fröbel, a pesar de que el franquismo quiso luchar contra lo que consideraba pedagogías «extranjerizantes». Se dio esta contradicción. La depuración de maestros del periodo republicano implicó sanciones, suspensión de trabajo y sueldo, traslados a otras provincias o el asesinato, si tenían vínculos políticos contrarios a la dictadura. Aun así, hubo maestros que pasaron el filtro por ser adeptos al régimen, pero que, curiosamente, continuaron usando metodologías ligadas a la renovación pedagógica de principios del siglo XX, que es cuando se formaron. Fue un grupo reducido y elitista dentro del magisterio balear que, al enseñar en base a cómo aprendieron, lo hicieron bien.

¿Fue algo premeditado o sólo enseñaban como sabían?
— La forma de enseñar está más ligada a cómo has aprendido que al momento político. En esos años algunos usaron los centros de interés, donde se elegía un hecho curioso para trabajar el resto de asignaturas. Es algo que es muy actual. También reuían de la memorización.

Contradicciones educativas. Alumnos de la escuela unitaria de niños de Consell con la imprenta que usaban para confeccionar la revista escolar, un recurso ligado a la renovación pedagógica europea que el franquismo rechazaba. Foto: ARXIU GENERAL DE L’ADMINISTRACIÓ
Contradicciones educativas. Alumnos de la escuela unitaria de niños de Consell con la imprenta que usaban para confeccionar la revista escolar, un recurso ligado a la renovación pedagógica europea que el franquismo rechazaba. Foto: ARXIU GENERAL DE L’ADMINISTRACIÓ

La LOMLOE, de hecho, apuesta por métodos muy parecidos.
— Las cosas que se venden como innovaciones son márquetin porque si analizas la Historia, todos estos proyectos hace 100 años que están inventados. Cada centro tiene una manera de hacer, pero la esencia pedagógica no ha cambiado tanto.

¿Cuánto tiempo costó aplicar la teoría educativa franquista?
— A nivel normativo, en los 40, solo había una circular que definía la enseñanza según valores patrióticos, católicos y físicos, porque los alumnos debían fortalecerse dando paseos. Desmantelaron la escuela republicana, pero no fue hasta 1953 cuando se dejó claro qué y cómo enseñar.

Concluye que la escuela de esos años no es tan homogénea como se creía. ¿Por qué se ha interpretado lo contrario?
— La mayoría de estudios de esa época se han basado en fuentes de la esfera administrativa, en los discursos teóricos sobre cómo debía de ser la escuela. Son válidas, pero gracias a mis directores de tesis, Bernat Sureda y Francisca Comas, usé fuentes infravaloradas, como las memorias de los maestros que hacían prácticas, que describen cómo veían a los profesores del momento. También recurrí a las memorias de oposiciones. Son voces de personas corrientes, anónimas, los protagonistas de ese momento.