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El empresario Juan Cabrera entra por la puerta grande del Pueblo Español, monumento museístico inaugurado en 1967 en el barrio de Son Espanyolet. Camina por el mismo empedrado que durante 17 años pisó. Señala las réplicas de las principales arquitecturas históricas de España: los baños árabes de la Alhambra, el Palacio de la Diputación, la Giraldan...

–¿Cómo te sientes ahora mismo?
–«Pues me da pena [silencio]... Me da mucha pena. Está en la misma situación como me lo encontré», sentencia.

Juan Cabrera se encargó de la gestión de toda la gastronomía del Pueblo Español entre 1978 y 1996. La situación del proyecto, construido por el arquitecto Fernando Chueca en 1965, era devastadora. Lo que en sus inicios fue un lugar de encuentro para mallorquines y turistas, en los años 70 el museo estaba en quiebra. El papel de Cabrera fue sacar el Pueblo Español a flote. Y de hecho lo consiguió: «Una de mis grandes apuestas fue arrastrar a este espacio al público mallorquín y que fuera un lugar familiar y para encuentros empresariales. Pasamos de cero a cien en muy poco tiempo», constata.

El Pueblo Español resurgió de sus cenizas. Durante la década de los ochenta, tuvo su punto más álgido. Este espacio museístico exterior ha acogido los eventos más importantes que se han celebrado en Mallorca, como la boda de Simoneta Gómez-Acebo, la hija mayor de los duques de Badajoz y sobrina de don Juan Carlos y doña Sofía. El evento casi le cuesta la vida a Juan: «Estaba de jefe de cocina y durante meses tuvimos que organizar el banquete nupcial. Pero ese mismo día no pude asistir a la celebración porque sufrí un ictus y me tuvieron que ingresar en el hospital». Ahora cree que le pasó por «el estrés que acumulé. Pero la noche salió perfecta», dice, orgulloso. De hecho, cuenta que doña Pilar fue personalmente a verle al hospital. Desde entonces, el éxito del Pueblo Español no paró. Fueron años de mucho movimiento, tanto que ni Cabrera recuerda las horas que trabajaba allí, a la que consideraba su segunda casa. Tras la boda real, le siguieron otras bodas de relevancia social, como la del hijo de Carlos Blanes –fallecido–, impulsor de la modernización de Sa Nostra y director general durante 25 años.

En blanco y negro, la celebración del centenario de ‘Ultima Hora’, que reunió a 5.000 personas.

La vida en los bares

Mientras pasea por estas calles empedradas, desoladas, señala los bares y restaurantes que dirigió, como por ejemplo Los Arcos. En el Pueblo Español funcionaban los bares y los restaurantes, así como los otros locales de venta de productos artesanales. «Teníamos miles de visitas al día. Miles. Sobre todo gracias a los cruceros que llegaban los viernes y sábado, y el turista que más predominaba era el francés», rememora el empresario

Esa vida de movimiento y aceleración en la replicada Calle Mayor, o el ruido que se generaba en la representada plaza Luis Vives, es la que hoy añora Cabrera, que en esos tiempos «nada tienen que ver con los de ahora». Y es que, tras la fama que iba cogiendo este espacio al aire libre, consiguieron los congresos, que llegaron a reunir miles de personas en un mismo espacio, y a la misma hora.
«Los eventos corporativos empezaron a estar de moda. El centenario del Ultima Hora, en mayo de 1993, fue uno de los más importantes, con más de 5.000 asistentes», recuerda. También añade la fiesta multitudinaria del aeropuerto de Palma en 1994, que reunió 12.000 personas en el Pueblo Español, o el centenario de la Caja de Ahorros Sa Nostra. Además, añade Cabrera, las celebraciones de la agrupación alemana de viajes DRV (German Travel Association) o la británica ABTA (Association of British Travel Agents).

Para organizar eventos tan masificados, Cabrera destaca la importancia de tener a «todos controlados». Por ejemplo, par el centenario de este diario quiso preparar un cuaderno con toda la gestión, desde el menú que se iba a presentar, el horario de las actuaciones de las bandas contratadas hasta los turnos de los trabajadores, cuyo personal era de unas 200 personas contratadas. «El Pueblo Español cogió tanto renombre durante todos esos años que difícilmente hoy se puede reproducir esos actos similares en ningún espacio de Mallorca», contesta. Por otra parte, la popularidad de los bautizos y comuniones empezaría a notarse al poco tiempo. Así, se entremezclaban diferentes eventos y celebraciones de cualquier categoría social.

Algunos de los monumentos más emblemáticos de España son reproducidos fielmente en el Pueblo Español, como los baños árabes de La Alhambra (derecha). Fotos: PILAR PELLICER

Los restaurantes que gestionaba Cabrera eran Los Arcos y el Palacio de Congresos –edificio pegado al Pueblo Español, que en su día se ubicaba la Sala Magna dedicada a las celebraciones multitudinarios y que hoy acoge eventos culturales y exposiciones–. Por otra parte, estaban el bar Chinchón –en alusión al pueblo del mismo nombre– y bar Juanito. «Los residentes tenían acceso libre al recinto, pero los turistas tenían que pagar la entrada. Nuestra idea era atraer a los mallorquines, ante todo», subraya el empresario.

Fin del trayecto

Cabrera fue un visionario con el Pueblo Español. Así lo demuestra la herencia que dejó antes de dejar la gerencia, en 1996. Sin embargo, antes de ser gerente de la gastronomía que se cocía en estos restaurantes, había sido ciudadano que vio crecer este espacio museo. Cabrera, nacido en Olvera, Cádiz, en 1947, llegó a Palma en 1967 para inaugurar el restaurante La Caleta. Los inicios del Pueblo Español los recuerda como «históricos». Dice que «la gente que trabajaba en este espacio no cabía ni en esta plaza donde estamos tú y yo», lo comenta de forma negativa. Porque sabía que no iba a funcionar. En 1972, Cabrera abrió el restaurante Porto Nova –que hoy en día no existe–. Este fue su último negocio antes de involucrarse como gerente gastronómico del Pueblo Español, que, como ya imaginaba, «me lo encontré en la ruina». Este fue el inicio de un espacio que tuvo los momentos más notables en Mallorca y que volvió al debacle inicial cuando Cabrera se marchó de la empresa. Ese mismo año, 1996, abrió el Molí des Compte y, más adelante, el Varadero.

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El empresario Juan Cabrera, en las escaleras de la Diputación.

La explotación del edificio pasó a manos de la Caja de Ahorros de Balears Sa Nostra hasta 2003, cuando se vendió a la sociedad Domus de Mallorca, propiedad del magnate británico Robert Fleming. Su renovación y modernización llegó con el empresario Matthias Kühn, que fue director general junto con su mujer, la vedette Norma Duval. Ambos todavía se dejan ver por los monumentos del Pueblo Español. Desde 2023, la sociedad Holding Tintoreto está gestionando el espacio, según informa a este periódico Tatiana Pilati, responsable de eventos del Pueblo. El espacio está en renovación y cambio de enfoque. De momento, la rentabilidad la están encontrando en las exposiciones culturales y todo apunta a que este será el futuro.