Marcos Bermúdez, uno de los primeros consellers del Consell d’Infància i Adolescència del IMAS. | Jaume Morey

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Marcos Bermúdez tiene 24 años. Su forma de hablar y de vestir denotan su edad, pero por su mirada pareciera que tiene muchos años más. Su conversación desarma a cualquiera por la franqueza con la que habla de su pasado. No hay titubeos ni paños calientes. Fue tutelado por el Institut Mallorquí d'Afers Socials (IMAS) a los cinco años y hasta cumplir la mayoría de edad vivió con su madre de acogida en Palma, que le adoptó ese mismo año. Marcos podría haber cambiado de apellidos, pero decidió mantener los de sus padres biológicos «para recordar mis orígenes y saber quién soy».

Es creador de música y ha fundado hace poco tiempo 'La Ínsula', una asociación que pretende agrupar a todos los raperos y freestylers de Mallorca, con el objetivo profesionalizar las competiciones y batallas. Pero sobre todo es un activista y un referente para muchos jóvenes que han pasado por acogida o adopción. Fue uno de los primeros consellers del Consell d’Infància i Adolescència del IMAS creado en 2014 y presidió el 5º Parlamento de la Infancia de Baleares. Con motivo del Día Internacional de la Adopción, que se celebra este jueves 9 de noviembre, Marcos nos cuenta su historia.

Nació en Mallorca, su madre era brasileña y su padre de origen andaluz. Estuvieron juntos dos años, luego él se marchó y no volvió a verlo hasta que cumplió 18 años. «Lo poco que recuerdo de mi primera infancia es que fue una etapa oscura. Me crie con mi madre y las distintas parejas que tenía. Pero en realidad pasaba casi todo el tiempo solo, cuando quería compañía, me escapaba de casa y me iba a jugar al videoclub de la esquina. Allí era uno más, me evadía de mi realidad y socializaba. Y solo tenía cuatro años», recuerda este joven.

Marcos ha pasado la mayor parte de su vida con su madre de acogida -«que es mi madre y mi padre a la vez, una jabata, una luchadora», dice con orgullo de ella-, pero mantuvo un contacto continuado con su madre biológica. Murió hace un par de años, pero pudo cerrar heridas con ella y perdonarla. «He entendido que le pesaba demasiado la carga de la maternidad. Recuerdo que era sumamente ordenada para algunas cosas, planchaba hasta la ropa interior, pero abrías sus armarios y te encontrabas entre la ropa cuidadosamente ordenada botellas de alcohol». El IMAS lo sacó de su casa a los cinco años, ese día cambió su vida.

«A los tres años de vivir con mi madre de acogida pasé de sentir que era una amiga a llamarla 'mamá. Con ella descubrí lo que era una familia», pero Marcos también confiesa que pasó su adolescencia, una etapa complicada para cualquier joven, «imagínese para un chico en acogida», dividido entre dos mundos. «Un chaval adoptado ya ha sido abandonado una vez y vive toda su vida con miedo al rechazo y a un nuevo abandono. Nos pasa a todos los que hemos estado en acogida o hemos sido adoptados. Compartimos ese sentimiento», agrega este activista, que también denuncia que, aún hoy hay un estigma con los menores tutelados, «como si no hubiésemos sufrido bastante ya, como si tuviésemos culpa de algo».