El cocinero y escritor sefardí Antoni Pinya. | Pere Bergas

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«Las calles están como en pleno confinamiento por COVID, vacías. Solo se oyen sirenas y bombas. La gente está escondida constantemente en los refugios. Tienen miedo de cuál sea la reacción de Hamas, de Hezbolá, o de países como Irán o Irak». Es el temeroso escenario que le relatan al mallorquín Antoni Pinya sus amigos y conocidos residentes en Israel. El cocinero y escritor sefardí es miembro activo de la comunidad judía de la isla y se siente con «las manos atadas e inundado de tristeza», contemplando el conflicto desde la distancia. «Aunque estemos lejos, el sufrimiento está ahí, dentro, y es difícil hasta rezar», lamenta.

Pese al reducido tamaño de la isla, los conflictos a escala global se sienten también en Mallorca. No solo es Antoni Pinya, su familia y el resto de la comunidad judía mallorquina, asegura, vive «con miedo y angustia» lo que está ocurriendo al otro lado del mar. Acuden a rezar a la sinagoga, desde hace unos días, con dos furgones policiales escoltando el recinto. «Estamos preocupados. Los judíos estamos amenazados y tenemos miedo. Esto no acaba aquí, no ha hecho más que empezar y temo que habrá muertos no solo en Israel, sino en España, Francia, Estados Unidos...», recalca, ante el posible auge del extremismo islamista.

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Pinya pone el foco, no solo en el ataque de Hamás que ha desencadenado el conflicto, sino que echa la vista atrás en el tiempo y apunta a las agresiones sufridas por el pueblo judío a lo largo de los siglos, con la esclavitud de Egipto, la invasión de los romanos, la expulsión decretada por los Reyes Católicos y más recientemente, el Holocausto. «Tenemos un gen para afrontar tantas desgracias», bromea con una sonrisa triste.

«No puede acabar en entendimiento»

«Israel avisa siempre cuando envía proyectiles. Da una oportunidad para que los civiles salven sus vidas. Ni Hamas ni Hezbolá tienen ni el mínimo ápice de ética», critica Pinya y se sustenta en ello para afirmar, convencido, que Israel no cederá en el ataque. «No puede acabar con un diálogo con la comunidad internacional. Hamas solo entiende la ley de la muerte. Han venido a masacrar a los israelíes de forma cruel e inhumana e Israel no perdona». Compara el conflicto con la guerra que acaparó la atención mediática el pasado año y que sigue aún latente pese al lento olvido de la opinión popular: «Es como Ucrania y Rusia, se trata de la invasión de un pueblo dentro de otro».

Atribuye el odio al extremismo ideológico que, considera, ha proliferado en la Franja, y del que, al final «el pueblo es la gran víctima». Por desgracia, se apena, ve lejos una solución al conflicto, aunque mantiene las esperanzas en sus súplicas: «Eb esta sociedad que ha perdido el concepto de ética y de lo humano, solo pido shalom [«paz» en hebreo], no solo para los judíos, sino para todo el mundo».