Fedor Krasheninnikov, en una de las terrazas del hotel Roc Illetas & Spa, en Calvià. | P. Pellicer

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Se ha destacado como una de las principales voces opositoras desde el exterior hacia Vladímir Putin y eso le ha llevado a tener que salir de Rusia e instalarse, por ahora, en Bruselas. El analista político Fedor Krasheninnikov (Almaty, Kazajstán, 1976) ha pasado unos días en Mallorca, disfrutando del hotel Roc Illetas & Spa y desgrana para Última Hora algunas de las claves del conflicto en Ucrania y las perspectivas de futuro de Rusia ante esta guerra encallada.

¿Cómo describiría la figura de Vladímir Putin?
Vladímir Putin es muy peligroso. Es un gran manipulador y mentiroso. Ha engañado a todos los rusos, pues en sus inicios como político era liberal, proeuropeo, incluso partidario de la entrada en la OTAN, Le creyeron, pues era una buena idea que el país más grande de Europa formara parte activa de ella, y era un gran socio frente a China o Estados Unidos a la hora de hacer fuerza. Putin perteneció al KGB, tiene una mentalidad en el fondo soviética. Es como si la URSS le hubiera enviado en pleno siglo XXI a destruir la democracia, el liberalismo, la economía, la sociedad… Y lo último es ser causante de la última guerra en Europa, después de la de los Balcanes en los 90. Tras esto, el continente ha vivido en paz y prosperidad. Pero Putin decidió empezar una guerra, bombardeando grandes ciudades y a un país con su propia identidad territorial como Ucrania. No tiene humanidad, en su mente sólo está destruir. Y tiene una mentalidad soviética, con la idea de que los 70, 80 y el principio de los 90 eran años en los que vivía en un país ejemplar.

¿Qué objetivo cree que persigue con su intervención militar en Ucrania?
-Ucrania es algo secundario. El principal daño lo hace dentro de la propia Rusia. Ha destruido la sociedad de su propio país, ha frustrado grandes negocios de los oligarcas que le apoyan y ha eliminado a quienes no le interesan o pueden interponerse en sus intereses. Putin también ha acabado con los medios de comunicación independientes y con el federalismo y la autonomía que tenían las diferentes regiones en un país de este tamaño. Lo ha centralizado, ha acabado con la democracia como tal y ahora todo depende y llega de Moscú, creando su partido como instrumento para gobernar. Yo le compararía con Salazar en Portugal por el tipo de líder, salvando las distancias entre ambos. Era un liberal rodeado de mafiosos ya en San Petersburgo, que es la ciudad probablemente más criminal de Rusia.

Su caso es un ejemplo de las presiones a los periodistas y a quienes han ido en contra del orden establecido, e incluso le ha costado tener que abandonar el país…
-Yo he hablado sobre los primeros pasos de Putin, y a partir de 2020, ha sido imposible poder acercarse a la sociedad rusa que defiende una versión europeísta, liberal y democrática. Él frenó esa relación y nos reconoció como enemigos públicos por ir en su contra. Para él, el enemigo no está en el extranjero, sino que dentro de sus fronteras. Utilizó los Juegos Olímpicos de Sochi 2014 para presentar su fortaleza a nivel mundial y ya por entonces inició el conflicto con Ucrania en Crimea. Por entonces, ya una buena parte de la sociedad rusa le empezó a ver como un nuevo Stalin, como un nuevo líder fuerte. Yo soy un analista político y opinaba en una emisora de radio, en mi propio programa, hablando sobre la problemática de la centralización, la política y la oligarquía local. En su día lideré una campaña para evitar la construcción de una iglesia en una zona pública de la ciudad (Ekaterimburgo). Se paró, aunque no era una cuestión religiosa, sino del lugar en el que se quería construir. Y tras ello me avisaron de que tendría problemas. Y los tuve. Asaltaron y registraron mi casa, donde me quitaron mi ordenador; después estuve una semana privado de libertad, en plena pandemia, y me decidí a poner en marcha la Free Russia Fundation, que ayuda a los que son sancionados a poder hacer frente a ello. En agosto de 2020 abandoné Rusia y poco después, Navalny fue envenenado. Eran momentos de oposición dura contra los opositores.

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Krasheninnikov, durante la entrevista concedida a este diario. Foto: Pilar Pellicer

-¿Temió que le ocurriera lo mismo que a Navalny?
-No lo creo. Probablemente, yo habría acabado en prisión. Porque para el gobierno, era un potencial candidato opositor a la Duma. Yo era próximo al equipo de Navalny por amigos en común y le conocí y coincidí con él varias veces. Para el poder, era un enemigo peligroso. Tuve que irme a Lituania, en un momento en el que los países estaban cerrados por el COVID. Con un visado de trabajo especial pude dejar Rusia, volé a Kaliningrado y desde ahí y con dos maletas crucé la frontera para empezar esta nueva vida.

-¿Vivió con miedo?
-La verdad es que fue duro, pero me sentí seguro en Lituania. Después pude llegar a Bruselas (Bélgica), la capital de la Unión Europea, donde he encontrado los canales para poder comunicar desde fuera la situación de Rusia. Ahora, con la Free Russia Foundation para ayudar a quienes son reprimidos, pero mis padres viven en Rusia. Son mayores y no entienden por qué tuve que marcharme. Si tuvieran un problema de salud, no podría volar a Rusia para estar con ellos porque puede que acabe en prisión.

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El analista político contesta a una pregunta del redactor. Foto: Pilar Pellicer

-¿Es este conflicto la clave que quiere usar para acabar de perpetuarse en el poder?
-Para él, sólo hay una vía, que es la victoria y ese triunfo le abriría las puertas a perpetuarse todavía más. Y cree que la va a conseguir. Tras ello, Occidente asentirá, reestablecerán las relaciones comerciales, políticas y económicas. Yo pienso que el problema puede ser luego para los países fronterizos.

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-¿Podría tener la idea en mente de reconstruir lo que fue la URSS?
-Es imposible. Él quiere crear una zona de influencia como la que tenía la URSS como países satélites que formaban aquel bloque comunista, de la misma manera que tener buena relación con China. Rusia, Bielorrusia, que es su gran aliado a corto espacio, y Ucrania son quienes formaron la Unión Soviética, y para Putin no se puede conseguir su meta sin tener el control de Ucrania. Para él, Ucrania debe ser una parte de Rusia, de su idea única de país. Una mentalidad y una estructura que tiene el poder. Y es imposible destruirla sin armamento, igual que lo es presentarse a las elecciones. Tú puedes intentarlo, pero tendrás que atenerte a las consecuencias si lo haces. Alexei Navalny lo intentó y no hace falta que le explique lo que le ha pasado. Antes, intentó inscribir su partido, pero la burocracia se lo impedía.

-¿Cree que puede estar en peligro el actual modelo de Rusia como lo conocemos, que podría incluso haber movimientos internos?
-Hay varias opciones. Una buena, para mí, para Rusia y para Ucrania, sería el final del poder de Putin. Porque es él quien impulsa esta guerra. Que interprete que ha recuperado algunos territorios y lo convierta en una victoria. Pueden ser pocos, pero la propaganda se encargará de hacerlos grandes. Dentro de Rusia, puede hacer creer lo que quiera. Otra opción que creo que será buena para todos sería una victoria de Ucrania. Tras ello, puede que Putin sea eliminado desde dentro. Pero esta opción no la veo nada clara ahora. Es posible, pero no en este momento. Rusia no está cómoda y se conformaría con una parte del territorio como victoria. Para eso está la propaganda. Esta última opción la vería factible a finales de año o principios del próximo. Si sigue el conflicto, pueden ser claves las elecciones en Estados Unidos. Para Biden es imposible ir a la reelección sin resolver el conflicto. No veo tampoco a Europa Occidental posicionándose en primera línea, aunque sí dando apoyo. En el fondo, no es su guerra, aunque los países fronterizos si tienen argumentos, de seguridad principalmente. Los países del sur o centro desean una solución rápida, y eso le podría venir bien a Putin, por cansancio y ganas de que se resuelva el conflicto cuanto antes. Pero para Putin, el tiempo no es problema. Verá pasar a los diferentes líderes y valorará sus opiniones, pero él seguirá porque es un dictador.

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Fedor Krasheninnikov posa para este medio en el hotel Roc Illetas & Spa. Foto: Pilar Pellicer

-¿Tendrán suficiente paciencia los oligarcas, los militares y la población si el problema se dilata en el tiempo?
-En caso de que muera Putin, o esté en coma o gravemente enfermo se puede entender una opción de cambio. Mientras viva, es imposible. Sabe tener contentos a los suyos, económicamente y con favores y le apoyan pese a sus errores. El poder lo tienen las armas en Rusia, y sin ellas resulta complicado poder tener el control del país. Putin se lo ha jugado todo a una carta y va a llegar hasta el final. Y tiene, además, una potente maquinaria propagandística para hacer ver a los suyos que todo va bien y la victoria llegará o está cerca. No lo dude. Y sino, las armas.

-¿Y preparar un relevo?
-Imposible. No tenemos un caso similar en la historia moderna. Hablando de regímenes personalistas, en Corea del Norte, encontramos una dinastía; en España, Franco preparó a Juan Carlos I, pero dos años después de que accediera al trono, ya no había rastro del régimen. Cuando Putin muera, puede que el sistema se destruya y aparezca un nuevo gobierno. Es difícil preparar a una nueva generación, porque es un dictador y tiene sus propias ideas. Y morirán cuando él lo haga. En ese momento, hay numerosos empresarios con intereses en Occidente que buscarán abrirse a negocios ahora vetados, más con la guerra.

-¿Es China esa pieza clave para desencallar esta situación desde la diplomacia?
-China tiene un único interés: destruir la influencia estadounidense en Asia y la zona del Pacífico, con Taiwán como su principal objetivo. Para China, Ucrania y Rusia son dos oportunidades para aprovechar los problemas en Occidente para sacar partido. Se les puede presentar esta guerra como una oportunidad para, a cambio y ofreciéndose como mediadores, conseguir algo: Taiwán, por ejemplo. Y asestar un golpe al posicionamiento de Estados Unidos en la zona. Y ojo, también hay que tener en cuenta la importancia de África dentro de este puzle.

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Krasheninnikov, en un momento de la entrevista. Foto: Pilar Pellicer

-¿Sufre realmente la población rusa las consecuencias de este momento?
-La gente no sufre carestía. Los productos básicos están garantizados y no es problema. En Ucrania, los mejor preparados van al frente. En Rusia es diferente. Sólo van criminales, mercenarios… No es el problema del gobierno y a los que no vuelven, se les premia como héroes, se les homenajea y recompensa económicamente. Putin tiene millones de potenciales soldados a lo largo y ancho del país para reclutar y pelear en el conflicto. Otra cosa es su preparación. A lo mejor, con el tiempo, esa movilización de tropas puede crearle problemas en las grandes ciudades, donde hay una mentalidad más abierta y más información e inquietud.

-¿Resulta fácil comunicar y analizar la situación de Rusia desde la distancia?
-Tenemos contactos dentro de Rusia, Internet es una herramienta clave para comunicarnos. Pero únicamente fuera del país, pues Putin se ha encargado de cerrarnos todas las puertas y controlar las comunicaciones. Tenemos una buena red de colaboradores, dentro y fuera de Rusia. El siguiente paso, será cerrar YouTube y censurar lo que no le interesa. Como pasa en China. Sería su sueño controlar totalmente Internet.