El expresident del Parlament, Vicenç Thomàs, con un abanico, en la zona de los invitados. | Jaume Morey

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Veni, vidi, vici de Vox en el Parlament, así en latín, como les gusta a ellos, y con sonido ambiente de trompetas y clarines imperiales. Vox llegó, vio y venció en la sesión constitutiva del Parlament y sus diputados hicieron un manspreading de manual, no solo porque enviaron a uno de ellos propulsado con los votos del PP hasta la Presidència de la Cámara. No. Vox llegó, vio un hueco y venció. Allí, en el sitio habitual de estas dos legislaturas, se había sentado la única diputada de Podemos, Cristina Gómez, hasta que llegaron los de Vox, desplegaron a la tropa a paso militar, se expandieron a lo largo y ancho de la zona centro del Parlament y desplazaron a Gómez y, con ella, a los dos diputados de Més per Menorca, Josep Castells y Joana Gomila, al gallinero de la izquierda. Ya es contradictorio que, precisamente, quisieran sentarse en centro del hemiciclo, el extremo centro, para ser más precisos.

Las caras de Vox eran este martes de epopeya y las de la izquierda, de tragedia. Fuera ya del banco azul, Francina Armengol ha dejado náufragos a los miembros de su Govern. Esa silla azul vacía era el símbolo del ‘Titanic’ que han sido estas elecciones para los partidos de izquierdas: un hundimiento en toda regla y sin paliativos del que tardarán en recuperarse. En el Parlament había ayer bochorno. Y un día después del acuerdo programático PP-Vox, también hacía calor. Las caras de Vox eran de epopeya y las del PP eran un poema. Se acababa de fraguar su primera derrota desde el 28 de mayo y el pleno fue el primer golpe de calor y de realidad, porque en el Parlament es donde se ve meridianamente claro que las cuentas no salen si Vox no suma.

Puede que la de ayer fuera una derrota que conduce a la victoria final, pero aún queda un calvario de cesiones y concesiones que ya se encargará de narrar Vox con luz y taquígrafos, porque, en este juego de espejos y de apariencias, el relato lo es todo. Marga Prohens estaba más seria de lo que se espera de una persona que ha ganado las elecciones y espera ganar la investidura. Las sonrisas han cambiado de bando, y ayer estaban en el de Vox. Francina Armengol dejó vacío su banco azul pero al menos acudió al Parlament, cosa que no hicieron dos consellers, Juan Pedro Yllanes y Martí March, que debían de tener cosas sumamente importantes en su agenda para dar la espalda a los representantes de la soberanía popular que salieron el día 28 de las urnas.

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Catalina Cladera conversa con alcaldes de distintos municipios.

Además de los abanicos para combatir el calor y tapar la cara de bochorno, el toque de color en la sesión de ayer lo dieron los diputados que se pusieron a prometer sus cargos con coloridos aditivos verbales, como si no hubiera un mañana, que sin renunciar a España los de Vox, que si por el cambio climático los de Més, que sin renunciar a Menorca los de Més per Menorca, que si por mí y por todos mis compañeros... Solo faltó que Iago Negueruela jurara su cargo sin renunciar a las camas elevables. Pobres consellers. Las sonrisas han cambiado de bando y ayer estaban en el Vox y los fotógrafos han cambiado de bando y ayer estaban en el del PP. Ya tenemos legislatura abierta y ahora solo queda esperar que se cierre cuando toca, no se nos vayan a colar unas elecciones en medio de este calor. Y de este bochorno.