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¿Cree que el comedor social Zaqueo cumplirá 25 años más?
Una de las cosas que tengo claro es que sería mejor cerrar porque eso significaría que no hay pobres, que el problema se ha solucionado. Pero recuerdo que Joan Terrassa, que fue nuestro vicepresidente, una vez nos dijo que pobres, por desgracia, siempre habrá.

Esta es la reflexión la presidenta de Zaqueo, Catalina Cunill, cuando se cumple un cuarto de siglo de un proyecto que nació por y para los más desfavorecidos en Palma. La entidad ha celebrado este viernes un emotivo acto con voluntarios, familias, amigos y personas vinculadas al proyecto social. Se han reunido a última hora de la tarde en el comedor, ubicado en la plaça Mercadal. Ha sido un día de rememorar viejas batallas, dificultades pero también alegrías y superaciones.

Si echamos la vista atrás, hay que hablar de Paco Sans, quien fundó Zaqueo en febrero de 1998. Comenzó siendo un recurso para acoger a drogodependientes, prostitutas e indigentes ubicados en sa Gerreria. Era una respuesta necesaria para este colectivo que buscaba ser atendido y escuchado.

«Paco era muy amigo mío y de mi familia. Siempre estuvo muy vinculado con las personas que tenían necesidades. Fundó Zaqueo junto a Jaume Santandreu», rememora Catalina Cunill, la actual presidenta. Dice que al principio ella no pretendía vincularse a su proyecto, «pero vino a casa para contarnos lo que había hecho y me quería con él. Si en febrero abrió el local, yo me incorporé dos meses después». Con el tiempo, el perfil del usuario cambió así como las necesidades.

El espacio pasó de ofrecer camas y comida a convertirse tras la crisis de 2008 solamente en un comedor social. Hoy, es el comedor de referencia de Palma. En ese momento venían unas 80 o 100 personas. Por turnos, entraban a comer. Tenían un equipo de voluntarios muy vinculados a la causa.

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«Nunca hemos pedido a la gente que se identifique. Zaqueo está abierto a todo el mundo sin distinción y sus puertas siempre han estado abiertas para las personas que necesiten nuestro recurso», considera Cunill.

Pandemia
La pandemia ha sido un punto de inflexión para este humilde comedor social que tuvo que experimentar un aumento considerable de usuarios. «Desde el pasado mes de noviembre no hemos bajado de los 250 usuarios al día, incluso hemos llegado a los 300, cuando antes de la pandemia atendíamos a una media de 80 o 100 personas».

Este hecho fue un reto para todas las personas que colaboran en Zaqueo, defiende Catalina. Y a pesar de todo, dice, «damos cada día una bolsa de comida. Es un milagro que sigamos adelante con tanta demanda, pues no tenemos cocina y todo lo que ofrecemos son donaciones, y si un día no llegamos, lo compramos, ya que Zaqueo tiene que estar abierto y disponible los 365 días del año». La presidenta es consciente de que esta demanda tan alta que tienen deja largas colas en el barrio y «puede molestar», pero, por otra parte, agradece que «la asociación de vecinos nos apoye y lo entienda».

Sobre el perfil del actual usuario, Catalina Cunill observa una diferencia abismal de las necesidades de ahora con las de antaño: «Veo muchas personas mayores que cuentan con una pequeña pensión, gente que acaba de llegar a la Isla, personas que quieren ahorrarse la comida para afrontar otros gastos o grupos de personas que se conocen entre sí, cuando antes en las colas no se conocían. Las personas sin hogar no las veo tanto, ahora es otra pobreza. Pero es mi percepción, ya que nosotros nunca preguntamos», puntualiza.

Después de entregar la última bolsa pasadas las seis de la tarde de hoy, Zaqueo se ha convertido en un espacio de reencuentro. Han asistido a esta celebración representantes de las instituciones, como la consellera d’Afers Socials, Fina Santiago; la directora general de Serveis Socials, Teresa Vallespir; el alcalde de Palma, José Hila, o la consellera insular Sofía Alonso, entre otros.

«Yo no sé cuánto tiempo estaré presidiendo Zaqueo, ya tengo una edad, pero tengo claro que mientras tenga salud, seguiré». Catalina Cunill recuerda que lo último que le dijo su amigo Paco Sans es que cerrara cuando ella quisiera. «Yo le respondí que cerrar algo así, cuando viene tanta gente, es muy difícil. Ya se verá lo que ocurrirá mañana». El comedor social abre todos los días del año de 16.00 a 18.00 horas. Desde la pandemia, tuvieron que readaptar el sistema de entrega de comida.