El 'Odissey of the Seas' atracado en el dique del Oeste. | M. À. Cañellas

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Pese a contar con permiso previo, entrar en el 'Odyssey of the seas' sin tener pasaje es tan difícil como entrar en una prisión. Tras varios controles y abandonar la acreditación en manos ajenas, se abren las puertas de este monstruo marino que, para hacerse una idea, prácticamente triplica en volumen al trasatlántico del siglo XX más famoso de la historia, el Titanic.

Es su primera visita oficial a la bahía de Palma, (pese a que en 2021 desembarcó a una serie de tripulantes asintomáticos que dieron positivo en COVID), pero no se le verá a menudo por aquí. Recala en la Isla tras terminar la temporada de invierno en el Caribe y para iniciar el verano en el Mediterráneo, aunque Mallorca no esté entre sus destinos habituales.

Durante la jornada de ayer, se le hizo entrega de una metopa (una insignia de madera a modo de recordatorio) que acredita su primer amarre y se abrieron las puertas de este fastuoso buque, el más alto del mundo, repleto de curiosidades, cifras que rozan lo obsceno, y una capacidad de más de 5.500 pasajeros. En el Odyssey of the seas cabría, por ejemplo, toda la población censada en un municipio como Lloseta.

Su adquisición le costó 1,2 billones de dólares a Royal Caribbean. Sólo la sala de espectáculos se valora en 37 millones.

El barco es de la nueva clase Quantum, (la tercera más grande del mundo tras la serie Oasis de la misma firma y la Meraviglia de MSC) y ofrece a bordo un todo un elenco de instalaciones propias de un gran resort en el mar. Entre ellas, destaca un robot simulador de paracaidismo, paredes pensadas para practicar escalada, pista de tenis y de baloncesto, piscinas con simulación de surf e incluso una atracción de coches de choque. Y en este contexto en el que no desentona la Fira del Ram, se eleva en la última cubierta un gran brazo metálico con capacidad para una quincena de pasajeros, a los que lleva 100 metros más arriba y les ofrece vistas todavía más panorámicas. Y eso que, sobre el nivel de mar, ya se alzan 16 plantas.

Es tal el galimatías de pasillos que a cada punto hay un mapa orientativo, aquel de ‘usted se encuentra aquí’. En el punto central, el crucero se convierte en un gran centro comercial, pero no uno cualquiera, sino al estilo Galeries Lafayette, o el Harrods de los malls. Las relojerías promocionan los Cartier, cuenta con galerías de arte e incluso un Starbucks para descansar los pies café en mano. La ciudad trasatlántica no sólo tiene capacidad para toda una población, también le ofrece los mismos servicios: hasta 16 puntos donde se sirve comida o seis espacios de bar. Es más, incluso disponen de un bar biónico, dos brazos robóticos con capacidad de realizar y servir cócteles.

Con tal cantidad de oferta, se podría pensar que es prohibitivo para el común de los mortales, pero por poco más de mil euros se puede navegar durante una semana en el Mediterráneo. Y es que la verdadera clase alta disfruta de cruceros más íntimos, privados y, ciertamente, inasumibles.

Contaminación

El Odyssey of the seas se construyó en 2021 y ya se le presupone mejoras para reducir su impacto ambiental. A nadie se le escapa que el crucerismo es una de las prácticas turísticas más nocivas para el medio ambiente, como dicta el sentido común de acoger en tan poco espacio a miles de personas y movilizarlas en el medio marino. Si bien también es cierto que el sector se esfuerza en este sentido, «reciclamos casi el 100 % de lo que consumimos», explica su directora, Ana Ribeiro.

Incorporan, además, depuradoras scrubber, «un sistema que lava los gases emitidos por la combustión de forma que el humo que sale, que es blanco, no es más que vapor de agua», añade la responsable que advierte de que el futuro pasará por substituir el diésel por el gas líquido.-
Para tripular este barco de 350 metros de eslora (de largo) y con más de 2.100 camarotes, el capitán Per Kristoffersen dirige a una tripulación de 1.663 personas.

Turquía, Italia o Grecia son los destinos en los que se moverá este verano esta gran ciudad flotante. El resort marino, procedente de Miami y amarrado ahora en el dique del Oeste, recala durante la temporada de verano al este del Mediterráneo.