El estigma de ser mayor y buscar trabajo en Mallorca.

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«Si consiguiera un contrato laboral sería la mujer más feliz del mundo», dice Sandra Álvarez, una colombiana afincada en Mallorca desde hace un año y dos meses que, con casi 50 años, es una de las miles de personas que se sienten aisladas del mundo laboral por tener una edad más madura.

Ser mayor y buscar trabajo sigue viéndose con malos ojos en muchas empresas, que más que buscar experiencia apuestan por la juventud. Sandra Álvarez llegó de Colombia con la ilusión de encontrar un futuro mejor, para ella y para su hija de 12 años, que está estudiando en el colegio. Dejó un trabajo en una empresa de zapatos en su país y cuando llegó a España «no me imaginaba que fuera tan complicado para mí buscar un empleo».

Desde que está aquí, intenta llegar a fin de mes haciendo algunas horas de limpieza, y hasta ahora lo único que le han ofrecido es ser interna en una casa de Sóller para cuidar a personas mayores, pero al saber que tenía esa edad y que no contaba con tanto físico para aguantar peso, la oferta no siguió adelante.

«Así no puedo vivir, no logro tener suficiente dinero a final de mes, por lo que acudo a las iglesias a que me ayuden con la comida. Soy madre soltera y estar en esta situación se hace muy frustrante, tanto que ya me planteo volver a mi país pero tampoco tengo dinero para comprar un billete de avión», lamenta esta mujer. La sensación que nota es que «las empresas solo buscan gente joven, así que cada vez que echo currículum para un puesto de trabajo se hace muy complicado que lo acepten».

Lys Riera tiene 63 años y suma un cúmulo de formación, títulos y experiencia laboral. Su último diploma le valida para dar clases de Formación Profesional en diseño web, pero a pesar de todo lo que ha estudiado y tiene, no es suficiente. Y es todo por la edad. A pocos años de jubilarse, es cuanto más necesita trabajar, que además disfruta con lo que hace y tiene energía. «Llevo toda mi vida formándome y estudiando y me descartan por la edad. En solo una ocasión me contestaron y me hicieron una entrevista», manifiesta.

Lys también se apuntó a un concurso de PalmaActiva y asegura que «fui la única que aplicó a dos lotes grandes de ofertas pero me sacaron por falta de experiencia». En este sentido, explica que durante 15 años se dedicó a dar cursos de crecimiento personal en un centro holístico que abrió junto a su marido, que cerraron debido a la pandemia. Pero esta experiencia no le sirve para reunir puntos a fin de conseguir plaza en un centro de formación profesional.

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«Ser mayor tienen sus pegas, pero también tiene sus ventaja, sobre todo porque tenemos más experiencia que cualquiera. Sí que es cierto que hay personas de mi edad que no se han reciclado, pero si lo hacen, como yo, creo que les damos mil vueltas a un joven que acaba de terminar una carrera», considera.

De trabajar a nada

Ana Beatriz García tiene 54 años y es una venezolana que lleva cuatro años en España. Felizmente casada y con un hogar en Mallorca, ha tenido hasta ahora un permiso de trabajo porque en su momento a los venezolanos que huían del país se les daba asilo por razones humanitarias, por lo tanto cuentan con permiso para residir y trabajar. Así pasó estos años contratada como camarera de piso en hoteles –su último gran reto fue el Hotel Covid (Hotel Bellver) durante la pandemia–. Sin embargo hace un año que no trabaja. Ha pasado de tener permiso laboral a no tenerlo, a pesar de la lluvia de ofertas que le caen casi a diario por su experiencia en hoteles.

«Mi marido sí que está trabajando, y vivimos de su sueldo. Por una mala decisión por parte de una abogada me hizo renunciar al permiso de trabajo, me tuve que ir de la empresa en la que estaba, y es algo que si me hubieran orientado bien, no lo hubiera hecho y ahora trabajaría. Me toca esperar a que me vuelvan a dar el asilo. Mientras tanto, no puedo hacer nada», asegura.

En su caso, la edad, dice, «no es un problema», a diferencia del resto de entrevistadas. En el sector turístico tiene buenos contactos y son muchos los currículums que ha enviado a muchas empresas de la Isla con resultados muy positivos: «Siempre me han llamado aunque he tenido que renunciar por los papeles».

De hecho, se siente todavía con fuerza para seguir trabajando y con ganas. «Sé que en el hotel en el que estuve me volverán a contratar cuando tenga todo en regla. A pesar de mi edad, me siento bien todavía, me decían que llegaba a tener más habilidad que otras compañeras de veinte años», dice mientras ríe. Actualmente, y a la espera de que pronto le resuelvan su situación burocrático, es voluntaria en la Associació Tardor, en el comedor social. Acude tres veces a la semana y algún domingo, pues dice que «si no hago estas cosas estaría sin hacer nada en casa».

A la hora de elaborar este reportaje fue complicado llegar a a más personas mayores de 50 años, la mayoría justificando que tenía miedo al qué dirán. Desde PalmaActiva cuentan con programas para mayores de 45 años. Al preguntar a los usuarios para colaborar en la noticia, nadie quiso salir a pesar de que buscan trabajo. La vergüenza y el estigma suelen acompañar a estas personas. Otro factor que destaca entre estos desempleados es el número de trabajadores sin papeles en regla, que no es muy alto pero existe. Según cifras del Servei d’Ocupació (Soib), el 85 % de estos desempleados son de nacionalidad española.