Miquel Segura sostiene su libro. | Pilar Pellicer

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El escritor y colaborador de Ultima Hora Miquel Segura (sa Pobla, 1945) acaba de publicar Joan March, d’aprop, libro editado por el Ajuntament de Santa Margalida, municipio natal del magnate, contrabandista, político y financiero, por citar sólo algunas de las actividades de en Verga.

El libro será presentado en Santa Margalida el próximo día 30 y podrá ser adquirido a un precio simbólico en una primera edición. El Dia de la Fira de Santa Margalida, el 2 de abril, tendrá lugar una firma de libros por parte del autor. Tras estas dos jornadas, se hará llegar a las librerías una segunda edición con más presentaciones.

Segura precisa antes que nada que «este libro no es una biografía, sino un retrato de March. Aporto dos novedades. La primera es una mirada cercana a su vida, desmintiendo lo que siempre se ha dicho de su extracción humilde, cuando su padre era un terrateniente riquísimo. Que en su niñez fue un porqueret es sólo una leyenda. La segunda aportación es descifrar su personalidad poliédrica, inclasificable, conseguir un retrato del personaje».

Para Segura, «March era un hombre muy misterioso. Nadie sabía lo que pensaba, aunque él sí era capaz de adivinar lo que pensaban los demás. Sin embargo, siendo tan enigmático, era muy cercano con la gente en la que confiaba, hasta el punto que, en su momento de actividad política directa, Mallorca se dividió en verguistes y antiverguistes. Aun así, era un pactista. Prefería llegar a acuerdos. Si luego no pactabas con él y tenía que pasarte por encima, lo hacía sin ningún miramiento. En ese sentido, era implacable, pero en su entorno generaba respeto, no temor. No era un mafioso al uso, al estilo italiano o norteamericano, aunque hizo muchos favores, pero siempre calculando el rendimiento que podría obtener».

El contrabando era un negocio muy rentable. Era ilícito para el Estado, pero para la población mallorquina era un negocio pactado para la supervivencia. El escritor explica que «uno de los contrabandistas de March fue condenado a nueve meses de prisión. March decidió que la esposa cobraría 5.000 pesetas por cada mes. En total, 45.000 pesetas, una fortuna. Con ese dinero, la familia se construyó una casa. Cualquier trabajador enfermo podía recibir alimentos o una compensación económica. Creó una auténtica seguridad social propia y eso le aseguró devociones».

La financiación del golpe de Estado de Franco siempre ha perseguido a Joan March. Según Segura, «March no era un fascista. Tampoco era exactamente un franquista. Financió el golpe militar porque le interesaba, pero luego se distanció de Franco hasta el punto en que el dictador emitió en 1942 una orden de busca y captura contra él cuando supo que March estaba detrás, económicamente, de una plataforma que quería restaurar una monarquía democrática. Entró y salió de España cuando le dio la gana, aunque la orden nunca fue revocada. Los servicios secretos le vigilaban, pero nunca le tocaron un pelo. Con los años, March no podía ver a Franco ni en pintura y se refería a él como aquesta mitja puta de general».

Por otra parte, el autor indica que «muchos mallorquines tuvieron acceso a un minifundio porque March se hizo con la mayor parte de las tierras de los botifarres, a quienes aplicaba un 12 % de interés en sus créditos. Si un pagès quería comprar a March una parcela, le aplicaba un 5 %. March se reservaba las fincas costeras. Los payeses no las querían, pero para el magnate eran idóneas para el contrabando».

También le persiguió el episodio de la muerte de Rafel Garau en València. Garau y la esposa de March, Leonor Servera, fueron amantes. Garau hizo un viaje de negocios a València y allí fue asesinado con numerosas puñaladas, sin que le robaran nada. Se abrió un procedimiento judicial muy largo, pero nunca se probó si la mano de March estaba tras el asesinato. En la época de Miguel Primo de Rivera se reabrió el caso, pero March sabía que el dictador tenía un amante, lo que fue determinante para que se cerrara de nuevo».

El apunte

«Una inteligencia privilegiada aplicada a cosas pequeñas»

Obligada referencia es la de Joan Mascaró, filólogo, poeta, orientalista y profesor en Cambridge. Mascaró trabajó para March como traductor, fue tutor de su hijo Joan e ideó la creación de la Fundació March. Fue una relación entre dos titanes muy diferentes. Segura indica que «siendo tan diferentes, eran muy amigos. Mascaró dijo de March que era una inteligencia privilegiada aplicada a cosas pequeñas. Los herederos de March no se portaron bien con Mascaró».