Uriel Macías y Miquel Segura este lunes en la Fundació Sa Nostra. | Jaume Morey

TW
0

Cuesta creer que después de más de 500 años tras ser expulsados de la Península Ibérica por ser judíos, los sefardíes, descendientes de aquellos desterrados por el mundo, mantengan aún un vínculo tan estrecho con la cultura hispánica. Durante siglos de exilio, han conservado el ladino, idioma procedente del castellano medieval que incluye palabras del turco, árabe, hebreo, griego, catalán y portugués. Además de una rica literatura religiosa y profana, en forma de novelas, obras de teatro y hasta 300 cabeceras periodísticas.

Creían que la cultura española era «superior» a la otomana o la del norte de África, donde huyeron muchos de los hasta 100.000 judíos expulsados, según ha explicado Uriel Macías este lunes en la Fundació Sa Nostra, donde ha ofrecido la conferencia titulada España y la diáspora sefardí. Encuentros y desencuentros, presentada por el articulista de este diario, Miquel Segura. De hecho, en la Península medieval es donde se encontraba la comunidad judía más importante y antigua de Europa occidental.

Tras el destierro ordenado por los Reyes Católicos en 1492, se puso en marcha la Inquisición, que implicó «la muerte de las ideas», según el experto en judaísmo. «Lastró el progreso», ha reiterado, porque se redujo la riqueza plural de la sociedad y de creación de pensamiento. Con la expulsión dejó de haber públicamente judíos y hubo conversiones, muchas de las cuales se hicieron pensando que el destierro sería temporal, como había pasado en otros países. Sin embargo, duraría siglos.

Los expulsados serían conocidos como sefardíes por Sefarad, topónimo bíblico aplicado a la península ibérica. Muchos también acabarían repartidos por los Balcanes, Italia y Oriente Próximo, ha recordado Macías. «Durante 300 años España vivió de espaldas al mundo sefardí. No hubo relación, y los judíos, hasta 1824, tendrían prohibida la entrada al país», ha comentado el ponente.

El gran reencuentro ocurrió durante la guerra de África, cuando España ocupó Tetúan, donde había muchos sefardíes. Aun así, esta convivencia no dejó huella en la sociedad española, hasta que el senador Ángel Pulido hizo campaña por establecer lazos a principios del siglo XX. El gran gesto con esta comunidad llegaría en 1992, cuando los reyes de España visitarían la sinagoga de Madrid. Más tarde, en 2015, se les concedería la nacionalidad y la Real Academia Española, impulsa la academia judeoespañola para reconocer este vínculo.