Pese a ser aconfesional, Projecte Home fue impulsado por el Bisbat. | Pere Bota

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Joan Josep Matas, doctor en Historia y profesor en el CESAG y en la UIB, ha publicado De la beneficència a la justícia social. L’acció social catòlica a Mallorca (segles XX-XXI), editado por Lleonard Muntaner en la colección Tornaveu, dirigida por Gabriel Amengual. Matas explica que «he intentado resumir toda la acción social de la Iglesia en Mallorca desde el siglo XX a partir de cuatro pilares: la doctrina social de la Iglesia y las encíclicas de los papas, el papel de Acción Católica como marco del referente que sería después Càritas, el mundo obrero que daría lugar a la Juventud Obrera Cristiana y las numerosas entidades sociales creadas en las últimas décadas con una inspiración cristiana».

Ejemplos

Son numerosas las entidades sociales que, ante las claras deficiencias de la Administración, nacieron al amparo de la Iglesia, aunque algunas luego se desarrollaran como aconfesionales. Matas pone algunos ejemplos como Jovent (creada por Tomeu Suau en sa Indoteria), el Grup de Treballadors de Carrer (Grec), Mater Misericordiae, La Puríssima, Oblates, Projecte Home, Fundació Deixalles, Fundació Social La Sapiència, el Teléfono de la Esperanza, Mallorca sense Fam (en la imagen circular), Can Gazà o la propia Càritas. El autor señala que «el Concilio Vaticano II reafirmó el compromiso y la acción social de la Iglesia, lo que llevó a cambiar estructuras. Antes, en 1961, el obispo de Mallorca, Jesús Enciso, había creado Càritas Diocesana para centralizar las iniciativas parroquiales.

Cuando la Iglesia de Mallorca dejó atrás la caridad y la beneficencia
Joan Josep Matas, doctor en Historia y profesor en el CESAG y en la UIB.

Con Càritas, pese a su nombre, se pasa de la caridad y la beneficencia a estudiar la pobreza como fenómeno e indagar sus causas. Ya no es suficiente con dar a los pobres, sino analizar por qué los hay y luchar contra su situación. En este sentido, las universidades pontificias de Comillas y Salamanca ya impartían Sociología en los años 60. La Complutense de Madrid no lo hizo hasta 1974. Y en Palma existía desde 1959 la Escuela de Asistentes Sociales, dependiente del Bisbat y embrión de lo que es ahora el grado de Trabajo Social». Así, Matas incide en la importancia de la acción de la Iglesia y sus entidades en la formación de los futuros profesionales sociales: «Con los años, Càritas se profesionalizó gracias a la Escuela de Asistentes Sociales y muchas personas comprometidas en la acción social, y que luego militarían en sindicatos, partidos y movimientos de izquierda, procedían de la Juventud Obrera Cristiana y de otras entidades relacionadas con la Iglesia».

El cambio de rumbo que supuso el Concilio Vaticano II no gustó a determinadas instancias y se produjeron incomprensiones y tensiones en la propia jerarquía eclesiástica, entre los empresarios y en el propio colectivo de fieles. Matas apunta que «en Mallorca, las primeras reuniones de los sindicatos clandestinos durante el franquismo se celebraban en iglesias, con la Policía vigilando en el exterior. En los años 60, la sociedad estaba cambiando y con el Concilio Vaticano II la Iglesia se adaptó y también transformó su manera de enfocar la acción social. Franco no entendió ese cambio y lo consideró una traición de una Iglesia que había sido aliada».Matas ha mencionado la creación de Càritas Diocesana por parte del obispo Enciso, pero subraya también la labor de Teodor Úbeda (obispo entre 1973 y 2003), «que prestó todo su apoyo y creó una auténtica estructura diocesana dedicada a la acción social con la ayuda de Bartomeu Bennàssar». Según Matas, «hasta los años 80 no hubo unos servicios sociales públicos realmente consolidados, pero la Iglesia no ha dejado su vertiente social, colaborando con la Administración y estando siempre presente».