La doctora Barceló, en su consulta del hospital Son Espases. | R.L.

TW
6

Los disruptores endocrinos son un conjunto de sustancias químicas que pueden alterar el sistema hormonal. Aunque de forma inconsciente, muchos de ellos forman parte de la vida diaria de la población a través de la alimentación, los factores ambientales o los productos de belleza. La doctora Antònia Barceló Bennàssar (sa Pobla, 1960) hablará de ellos y de la perturbación silenciosa que implican para la salud. Será mañana, en Can Campaner, durante la sesión inaugural del curso académico 2023 de la Reial Acadèmia de Medicina (RAMIB).

¿Qué es un disruptor endocrino?
—Son sustancias, o mezclas de éstas, que bloquean, se mimetizan o alteran a los receptores para que las hormonas que son las mensajeras del sistema endocrina y conectan los órganos, hagan su efecto. De esta manera, alteran la función endocrina.

¿Qué síntomas da este tipo de alteraciones?
—Ésa es la gran pregunta. Hay tantas mezclas contaminantes a las que estamos expuestos que demostrar una causa efecto respecto a una de ellas es muy difícil, por no decir imposible. Hay estudios que muestran que determinados contaminantes químicos tienen una función antiandrogénica en personas vulnerables expuestas. También se ha visto en los últimos años que baja las tasas de fecundidad o la calidad del semen... Probablemente los contaminantes químicos están detrás porque están presentes en nuestra práctica diaria: en los cosméticos, productos de limpieza, el poliéster...

¿A nivel industrial se ha hecho algo?
—La empresa va por un lado y la ciencia por otro y hay que encontrar un equilibrio. Por ejemplo cada vez que salgan nuevas moléculas debería ponerse en el etiquetado del producto de manera que lo reconozcamos. Hay que acabar con los plásticos de un solo uso, sustituirlos por enseres reciclables o de vidrio, sobre todo las personas vulnerables como embarazadas o niños y adolescentes. Los disruptores endocrinos son la comunidad de compuestos químicos que pueden causar alteraciones en múltiples sistemas hormonales.

¿Llegamos tarde para evitar sus efectos?
—Es lo mismo que cuando hablamos del cambio climático o del entorno físico, ahora cada vez se tiene más en cuenta el entorno químico del que forman parte de los disruptores pero hay que controlarlo mejor. Se ha trabajado en reducir el uso de plásticos, ya que muchos de sus productos lo llevan. Su concentración bajará y estaremos menos expuestos. De hecho se pretende que en 2030 el uso del plástico se haya reducido considerablemente.

Sin embargo la pandemia potenció las monodosis.
—La pandemia ha ido a la contra en muchas cosas pero, una vez superado este periodo, hay que volver a estas recomendaciones. Además, hay que hacer una vida saludable, comida sana, deporte, la ropa adecuada... Sin ser alarmistas hay que ser conscientes de que la información y conocimiento puede ser una oportunidad para incorporar estas ideas y combatir enfermedades cada vez más frecuentes, crónicas y discapacitantes.

¿Se podría hacer algo al respecto?
—Si nos ponemos un largo plazo y se estudian a fondo y de forma ordenada.

Hay estudios en grandes poblaciones que han llegado a detectar algunos de estos químicos en muestras biológicas de más del 95 % de los participantes.
—Hoy cualquiera de nosotros tiene más contaminantes químicos en la orina que nuestros abuelos, porque esto viene de los productos que usamos. Tenemos que ser capaces de enfocar bien este tema para conocer mejor cuál es su dimensión real porque todos tenemos disruptores endocrinos en el organismo. Es una situación grave y hay que tenerlo en cuenta pero tampoco hay que ser tremendistas.

¿Qué puede implicar tener un exceso de disruptores?
—La relación de dosis-efecto no es lineal por eso es difícil estudiarlo. Esto no es «tengo más o menos», «consumo más o menos» para que no haya unos efectos. Una dosis baja en según quién puede ser mala o al revés. Es como el tamoxifeno, que es un medicamento para el cáncer de mama con concentraciones concretas, y que en una dosis baja puede inducir a un efecto contrario.

¿Se pude hacer algo al respecto?
—Necesitamos tener un punto de vista interdisciplinar y analítica. Hay que concienciarse en cómo determinar y medir los compuestos en los diferentes productos. Hay que ser conscientes de la contaminación química a la que estamos expuestos, hacer estudios, investigar y llegar a ser ecosostenibles. Es una enfoque químico, complementario al físico y climático, porque estas medidas deben ser transversales. El Proyecto INMA - Infancia y Medio Ambiente es un buen ejemplo de cómo hacerlo. Se trata de un proyecto de investigación que tiene el objetivo de estudiar el papel de los contaminantes ambientales más importantes en el aire, el agua y la dieta durante el embarazo y el inicio de la vida, y sus efectos en el crecimiento y en el desarrollo infantil. De esta manera verán, sin prisa pero sin pausa, cómo afrontarlo.