Anna y Valentina, este viernes junto a otras refugiadas. | Teresa Ayuga

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Si para los mallorquines es muy difícil encontrar un piso de alquiler rentable, es casi imposible para los ucranianos. Varias fianzas por adelantado o demostrar un contrato laboral mínimo de un año son algunos de los requisitos que les piden agencias y particulares. Esta es la realidad que viven cada día centenares de familias que se alojan temporalmente en casas de mallorquines, o bien en el hotel de s’Arenal que gestiona la Creu Roja, en el momento de buscar una vivienda, habitación o estudio para alquilar. «Cuando ven que la documentación está en ucraniano, enseguida nos dicen que no», comenta sorprendida Anna Sherniak.

Anna es madre de dos hijos, uno menor y otra de 22 años que estudia y trabaja en la Isla. Viven con una familia mallorquina y cada día busca en Idealista las ofertas. Están valorando viviendas de unos 700 y 800 euros al mes, pero es «imposible». Solo reciben rechazos por parte de los particulares. En alguna ocasión, dice que ha presentado hasta dos contratos laborales –el de ella y su hija–, sumando una fianza de 2.400 euros entre las dos y «tampoco nos han dado el alquiler».

El principal problema es la imposibilidad de demostrar un contrato de trabajo superior a un año. «Eso es imposible, llevamos en España seis meses, solo podríamos presentar contratos de medio año pero no quieren», confiesa Anna, que dice que «si no encuentro pronto vivienda, tendré que volver a mi ciudad, a Járkov, a pesar de los bombardeos. Pero aquí no hay ninguna oportunidad para nosotros».

Aunque la gran parte de los refugiados han llegado desde Ucrania sin muchos recursos económicos, hay otras familias que cuentan con ahorros y que, en principio, puede parecer más fácil encontrar un piso de alquiler. Pero no. Es el caso de Valentina Vok, una refugiada del hotel de s’Arenal y madre de dos hijos de cuatro y seis años. Ella trabaja en una empresa propia online y ha reunido una cantidad importante de dinero. Sin embargo, «esto no es suficiente para los propietarios.

«Tengo contrato laboral pero me piden que sea un contrato en España; tengo dinero pero los propietarios no se fían y me preguntan que de dónde he sacado el dinero», explica Valentina, y confiesa que «podría pagar incluso para todo un año de alquiler». Desesperada, Valentina no sabe qué más puede hacer. Natalia Bueno, presidenta de la Asociación de Agentes Inmobiliarios, afirma que «nos comprometemos a ayudarles si acuden a nuestra asociación y muestran solvencia económica».