María Barceló, catedrática de Historia Medieval en la UIB. | M. À. Cañellas

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Maria Barceló (Porreres, 1951) es uno de los grandes referentes de la Historia Medieval en Mallorca. Catedrática de la UIB desde 2010, doctora desde hace 40 años, pasará a ser emérita a partir del próximo 1 de octubre, pero lo que más la emociona, literalmente, es que el próximo martes, día de Sant Roc, santo protector, que no patrón, de su pueblo, será nombrada Filla Il·lustre de Porreres.

¿Qué supone para usted ser Filla Il·lustre de Porreres?

—Desde que me lo dijeron, he llorado varias veces de la emoción. Pienso en lo que dirían mis padres. Soy Premi Ramon Llull y 31 de Desembre, y he sido pregonera de las fiestas de Porreres –la primera mujer en serlo– y de la Festa de l’Estendard en Palma, y en esas ocasiones no lloré. Tengo que reconocer que me ha llegado al alma.

Y a partir del 1 de octubre, catedrática emérita.

—Sí, por unanimidad de mi departamento. También el nombramiento como Filla Il·lustre de Porreres tuvo la unanimidad del Ajuntament.

¿Qué falta por estudiar de la Edad Media en Mallorca?

—Es una época que se ha trabajado mucho y bien, pero siempre faltan cosas por estudiar. Tenemos pocas fuentes de la Mallorca musulmana, en buena parte por la destrucción ejercida por los cristianos. Los vencedores siempre quieren hacer desaparecer la etapa anterior, pero siempre pueden surgir sorpresas, como el Tresoret Almohade o el Kitab Tarih Mayurqa, la crónica árabe de la conquista de Mallorca, que se puede comparar con el Llibre dels Fets, por lo que ambas fuentes son bastante fiables.

¿Qué se puede decir de la primera Palma cristiana?

—Pues resulta que sus vestigios más emblemáticos, la Seu, Bellver, la Llotja o l’Almudaina, son los edificios más visitados de la ciudad. El núcleo histórico de Palma no es Patrimonio de la Humanidad, pero hay ciudades que sí lo son y no le llegan de lejos en cantidad y calidad de edificios, museos o colecciones. En cualquier caso, los turistas de todas las grandes ciudades europeas siempre visitan o preguntan por su catedral o sus vestigios medievales.

¿Y por qué Palma no es Patrimonio de la Humanidad?

—Nunca ha habido voluntad política para ello. Palma fue una de las grandes ciudades medievales del Mediterráneo occidental, conectada con todos los puertos del Mare Nostrum e incluso con Flandes. Por aquí pasaban mercaderes venecianos o genoveses que se dirigían al norte de Europa. Familias acomodadas de la ciudad tenían objetos de valor italianos y flamencos.

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Mallorca tenía una situación estratégica.

—El Regne de Mallorca era una auténtica encrucijada de rutas marítimas y, por tanto, de gentes y culturas, desde Barcelona y València hasta Constantinopla, y desde Francia hasta el norte de África, pero por aquí también pasaban castellanos, vizcaínos, gallegos, andaluces, portugueses, italianos, norteafricanos... Algunos de ellos se quedaron. También hay mallorquines que salieron fuera. Cuando Alfons el Magnànim trasladó su corte a Nápoles en 1442, diferentes mallorquines ocuparon cargos institucionales, como Tomàs d’Olesa, que fue bibliotecario real. También hay mallorquines que estudiaban en Roma o Bolonia. En Italia, los mallorquines allí presentes conocieron nuevas ideas, un nuevo ambiente cultural, humanista y renacentista. Y todo eso retornó a Mallorca. Estamos hablando siempre de élites intelectuales y culturales.

Una sociedad que también era esclavista.

—Sí, en Mallorca había muchos esclavos, sobre todo en el siglo XV, principalmente del norte de África y Canarias. Eran una mercancía más. No hay que olvidar que los mallorquines ya estaban en Gran Canaria en 1342 y fundaron el obispado de Telde, antes que castellanos y portugueses. Prácticamente, los mallorquines fueron los primeros europeos que vieron los aborígenes de Gran Canaria.

Uno se imagina una actividad frenética en la zona portuaria de Palma.

—Por ejemplo, el actual Carrer de la Mar conectaba el muelle con la ciudad. Hablamos del muelle, no del puerto de grandes barcos, pues éste se encontraba en Portopí. El Carrer de la Mar era la calle por donde pasaban los que venían y los que se iban, con todas sus ideas, gustos, modas y noticias. El Carrer de la Mar no tiene una gran importancia monumental, pero sí tiene una gran relevancia histórica.

¿Queda mucha documentación por consultar?

—En el Arxiu del Regne hay muchos documentos que no están clasificados ni catalogados, pero ocurre lo mismo en el Diocesà, los parroquiales, los conventuales y los municipales. Recordemos que, con la Revolución de 1868, Andratx, Santanyí y Porreres fueron los tres pueblos de Mallorca que quemaron sus archivos municipales.

¿Cómo conservamos un patrimonio de grandes dimensiones y con siglos de antigüedad?

—Es un gran problema para cualquier gobierno de cualquier país. Hay que tener voluntad, sensibilidad y presupuesto. En nuestro caso, con un gran patrimonio de la Iglesia, hay que aunar voluntades con la Administración, pues ésta tiene un deber de conservación y divulgación de la cultura, por encima de ideologías y creencias.

¿Qué hay que hacer con Sant Jeroni?

—Podemos darle muchos usos culturales propios de esta época: centro de interpretación, conciertos, conferencias, exposiciones, encuentros de investigadores... Lo que no puede ocurrir, ni con Sant Jeroni ni con otro edificio similar, es que caiga en manos de la especulación urbanística.