Las villas de lujo son el alojamiento más demandado por este tipo de turistas.

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Mallorca está de moda. La isla se ha consolidado como uno de los principales destinos para el turismo extranjero de lujo. Tras dos años de pandemia, se ha convertido en uno de los lugares favoritos de los europeos más adinerados con la posibilidad de gastarse miles y miles de euros en unas vacaciones. Una experiencia al alcance de tan solo unos pocos: la factura mínima por una semana supera los 30.000 euros, según Essentially Mallorca, asociación que promociona la isla como destino turístico de lujo.

«El perfil del turista premium que viene a Mallorca es de los más interesantes. Suele ser de mediana edad y estudios superiores, cuenta con unos ingresos medios anuales de más de 150.000 euros y realiza un gasto medio diario de alrededor de 5.000 euros en temporada alta, cifra muy superior a la media, que ronda los 100 euros», asegura Jesús Cuartero, presidente de Essentially Mallorca. En nuestras costas encuentran todos los servicios que buscan este tipo de visitantes, aunque la factura de unos días de descanso y placer incluye muchos ceros. «La pandemia ha fortalecido su exigencia en seguridad y exclusividad, dando especial importancia a las acciones sostenibles aplicadas al management del destino y del alojamiento», señala Cuartero.

Los exclusivos visitantes buscan «discreción, personalización en los servicios y tranquilidad», y para ello la mayoría deciden alojarse en lujosas casas. «Cuando el mercado de las villas despegó hace cinco o siete años pedían cosas básicas; ahora piden muchos servicios extra como cocinero, tratamiento de bienestar en casa, chófer del aeropuerto y coches de alquiler entregados en casa cuando llegan el día mismo hasta que se vayan. También ha cambiado el tiempo de estancia: antes de la pandemia se alojaban entre una y dos semanas y lo normal ahora es estar entre dos y cuatro semanas».

Jesús Cuartero, presidente de Essentially Mallorca.

Asimismo los turistas de alto standing han cambiado sus pretensiones. Donde antes se podía buscar ostentación y lujo ahora se busca vivir una experiencia que se sustente en valores. Nada de oro o despilfarro. Ahora la slow life es lo que está de moda. «Buscan producto local de kilómetro cero con una gastronomía excelente, experiencias con el contacto con la naturaleza de la mano de las personas que mejor lo conocemos y también buscan experiencias deportivas, para disfrutar del buen clima y de la naturaleza, como por ejemplo el ciclismo». De hecho, la situación atípica de los últimos dos años, ha propiciado un giro de conceptualización turística. «Hemos pasamos de la madurez a la sofisticación del modelo, mediante generación de valor añadido y mejora de la competitividad», explica Cuartero.

El «Mediterráneamente» del anuncio de Estrella Damm también cala entre los turistas adinerados que intentan convertir sus vacaciones en toda una experiencia. Para ello, otro de los servicios más demandados es el alquiler de embarcaciones. Vivir el verano a bordo tiene un coste de, como mínimo, 22.000 euros la semana por alquilar un barco de veinte metros de eslora, con azafatas y servicio de cocinero. A partir de aquí, los precios se disparan hasta donde la imaginación abarque.